Invierno (II)

Invierno, viejo amigo, se apaga ya tu pipa;
el humo de la niebla me invade la nariz.
Un lácteo sol, con tierna maternidad, disipa
la hiposa tos del humo que da la bruma gris.

Paterno sol de leche, la nata de la bruma
flota en la fresca fronda de un árbol y, todo es
una plenilunaria palpitación de espuma
que invade en liros sacros la gracias de tus pies.

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Los caracoles

Poetas: caracoles del viento.
En los del mar se oye el fragor marino.
En vosotros se oye el pensamiento.

Un unísono canto levantino
son las fuerzas del bien cuando el acento
del buen amor dirige su camino.

O cuando por perífrasis su aumento
depende las luchas del destino
que da flores de luz sólo un momento.

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Luciérnagas

Relámpagos de un cielo de saturno,
Luciérnagas que pasan por la casa
Y logran alumbrar con luz escasa
El aire familiar y taciturno.

Relámpagos juglares de un nocturno
Y diminuto mundo que, en el asa
A veces de la lámpara, sin brasa,
Por raras circunstancias hacen turno.

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La canción sin palmas

Un ritmo dócil, una emoción sedeña
En qué vaciar el oro de una canción humana,
Que tenga esa fragancia de la novia risueña
Que deja los corpiños olientes a manzana.

Unos vocablos tristes que hagan melancolía.
Y puntos suspensivos que dan tanto temblar,
Se fugen en un largo suspiro de agonía
¡Despertando un recóndito deseo de llorar!

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El día hincha sus llamas

El día hincha sus llamas,
Buscan acribillados la sombra algunos asnos;
Y por entre las ramas
Levantan las cabezas y botan los duraznos.

Niños desherados de hambre y de sed maltrechos
Se acercan al pomar casi maduro.
Una niña harapienta muestra en parte los pechos
Y al ver que hurgo y deploro sus harapos deshechos
Se cubre con las manos el tesoro más puro.

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Queja en futuro imperfecto

Si no creaste otras cosas en tu sabiduría
Un futuro imperfecto más te atormentaría
Si yo no hubiera sido,
Mi vida no sería
Bajo los astros soplo de la tuya, Señor,
¡Cuánta fe faltaría!

Pero tú bien quisiste
En la iglesia de siglos de tu labor increada,
Angustiar esta llama de mi lámpara triste
Que casi no ardió nada

Alargar esta llama que mi carne consume,
Y ponerme muy hondo de este aliento
La intimidad del alma que en apenas perfume
De tu presentimiento.

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