a Laura Solórzano
El girasol me habita, inocente criatura cuya cara de pétalos sigue sin saber un sol oscuro, mancha gangrenada en el cielo. Cada noche se alza en las rutas estelares la luna negra sobre el erial sembrado de mala hierba donde crece la flor solitaria, descabellada de azafrán, con sus ínfulas de luz. Lamparería de mi alma que nunca quiso ver tu bramante ahogador, oh espejo mágico que dice mentiras, oscuridad cenagosa, oh verdugo, amante que me arroja un puño de tierra en los ojos. Mano que escribe: con tus propias armas te habr?de cercenar. Los astros de luz invertida habrán de confundir tus cinco dedos abiertos con un girasol marchito.