Tal vez no sea en vano
la herencia de una llaga púrpura
el límite del miedo pintado en espejos enfrentados
lamiendo tus paredes interiores.
Mi abuelo repetía
‘Siempre hay que mirar
el lado bueno de las cosas’.
Son ciertas sus palabras.
Si la muerte nos deja ver su rostro devastado
amaremos cada día abrir los ojos
y encontrar la mañana
deslizando sus horas.
O su dolor.