El llamamiento de Julio Iraheta Santos

Me está llamando el ángel pendenciero
y debo encender en la consola
de mi corazón solitario
la lámpara de noche
que me acompaña en las vigilias
que compara el canto de los gallos
con un embudo roto
en el pubis de la madrugada
Me está provocando el insolente bribón
y él sabe que si no extiendo mis manteles
y grabo en ellos mis jeroglíficos
no he de continuar a gusto
por los túneles del sueño
y mañana cuando camine
por el tablero de la ciudad
he de ser una pieza incontrolable
y he de echar a perder la siesta de la multitud
porque sin duda me agarrará de pelear con él
hasta que le quiebre las alas
le despenique las plumas
y sólo quede en las baldosas de las plazas
como una mancha bochinchera
su compulsiva antipoesía