¿Quién tiene el as de oro?,
¿quién la ruta precisa
donde darán las buenas noches
sin que la barra el humo?
Todo fluye hacia un fin y crea la nueva ausencia.
No podemos asir nuestra fortuna,
traducir santo y seña en múltiples reinados
si hasta vencer nos deja un gesto ocre.
¿Adónde voy tras el rastro de los ángeles?
¿De qué vale fundar una cabaña,
una familia y una oración que pronto olvidaremos?
Ahí se asienta la fe como arca de polen,
sucesión de escenas insondables,
rescatadas un día por el vino.
Entonces la libertad se vuelve barco,
una extraña ciudad con otra llave,
Odiseo hacia una mujer de niebla.
Entonces la libertad es un jardín
para romper su grito contra el muro.