Una niña -qué lejos- me sonríe.
Y, desde allí, me mira.
Infancia de mi madre.
Vieja fotografía.
Poemas de Eloy Sánchez Rosillo
Cuánto trabajo cuesta, cuando la dicha acaba,
admitir que acabó y aceptar dignamente
esa nada terrible que sigue a la hermosura.
Ha cesado el encanto y ya no somos dueños
de aquella llamarada: tanta luz, maravilla
de lo que siendo efímero semeja eternidad.
Que otros canten las armas y a los héroes,
los abismos del ser
o la complejidad del universo.
Dejadme a mí que diga la gracia irrepetible
de esta tarde de abril, la efímera hermosura
de la luz, que es mi amiga y que plácidamente
acaricia el papel en el que escribo.
Abre la puerta y da la luz.
Es ya muy tarde,
y sabe que en su casa nadie lo espera.
Todo
sigue en su sitio y el silencio pesa
sobre las mudas cosas que le ignoran.
Va de aquí para allá, por el pasillo, por las vacías
habitaciones, y no sabe qué hacer, por qué esta noche
está tan lejos todo.
Luna llena que observas
desde fuera del tiempo mi vivir en el tiempo:
viste morir entonces al niño que habitaba,
confiado, en mi ser; luego, al adolescente
que se rindió al hechizo de tu luz misteriosa;
viste morir en mí también al joven
que quería ser tuyo y que te celebraba
con fervor en sus versos.