Un doctor muy afamado
mandó hacer una sangría
y después que hubo pasado
¿se ha sangrado usted, decía?
—Sí, señor, ya me he sangrado.—
Que se repita mayor.
Repuso, y volvió después,
—Se repitió— sí señor,
pues otra larga hasta tres
y calmará ese dolor.
Cuando volvió al otro día
le preguntó al enfermero
¿cómo está su señoría?
—Descansa —bien, eso quiero.
Que le den otra sangría.
—Se le dará sin temor,
mas no está en eso el misterio,
¿diga usted, el sangrador
querrá ir al cementerio
a sangrar a mi señor?