Estancias para una resignación con la muerte
Yo no sé por qué lloran
Las esposas y madres y hermanas de los muertos.
Si ya no está de moda
El llanto, ¿por qué mojan de lágrimas el tiempo?
¿Por qué no alzar el puño
Y dar de puñetazos en el viento?
¿Por qué no recoger el arma que dejaron
Y fusilar la cólera del cielo?
¡Cómo siento que soy el buen hermano
Del que cayó abatido en la trinchera!
Y con el alma herida de coraje
¡Cómo siento en mi boca la blasfemia!
Mujeres timoratas, alegraos conmigo
De que los hombres mueran en la guerra!
Dejad que todos caigan;
Que caigan los patanes, los santos, los poetas.
Hay urgencia del polvo de sus huesos
Para abonar el surco de la tierra.
Hay locos minerales subterráneos
Que quieren adherirse a su tristeza.
¿Qué porvenir tendrá un pobre soldado
Que regresa al hogar sin una pierna;
Que sus ojos llenose de sombras para siempre
Y no sabe en qué punto quedaron sus orejas?
¿Qué amigo le dará lo que ha perdido?
¿Qué mujer le será su compañera?
¿Qué foco de esperanza le alumbrará su abismo?
¿Quién le rescatará de la pobreza?
Nadie. La patria sólo
Le pondrá sobre el pecho una dorada pieza,
Y dirá el vulgo al verlo, fríamente:
Ese es un veterano de la guerra.
Madres, hijas y esposas, alegraos conmigo
De que los hombres mueran,
Porque ya los asilos y los hospitales,
Los manicomios y los barrios pobres
Están llenos de gentes miserables!
Yo no sé por qué lloran vuestros ojos
Y vuestros labios callan la injusticia.
Si en la vida moderna no se llora,
¿Por qué llenar de lágrimas la vida?
Madres, hijas y esposas timoratas,
Dejad que todos mueran.
Estaba ya previsto
Que morirían de hambre y de pavor.
Sobre la era informa
Que el huracán dibuja en sus cenizas
Cae totalitaria la voluntad de Dios!