A Ella
Fraterna sombra, hermana de algún ángel,
Prima de alguna llama de mí mismo,
Que me sigue a la noche y a la aurora,
Al combate, a la tregua y al descanso:
Ayúdame a vencer esta agonía
Que en la entraña me crece como una sed de árbol;
A repoblar este silencio abierto
Que ha enmudecido el rumbo de los pájaros
Y a domeñar el pánico latido
Que socava la aurora caída hacia mis brazos.
Ayúdame a lanzar esta flecha de espanto
Que cintila en arco obtuso de mi cuerpo;
A enfiestar de colores el aire y la tristeza
Y a cancelar el frío que se instala en mis dedos.
Incorpórate a mí, desde este día,
Y ayúdame a vivir de otra manera,
Hoy que puedes hacerlo y eres joven,
Camarada de lunas que me acechan,
De días azorados
Y noches sin fronteras.
Mañana habrá cansancio de espejo en tus pupilas,
Alborada de llanto en tus impulsos
Y aromas degollados en tu risa.
Mañana serás pobres de optimismo,
Pobre de fe, de lumbre y de frescura,
Y habrá rojos tatuajes de tragedia
En la arrugada piel de tu destino.
Mañana entenderás por qué en la lucha
Yo buscaba juntar tu impulso al mío!
Camarada de sangre, esponjemos el surco
En que ha de germinar el fruto indemne
Que nos hará erigirnos en el tiempo
Valerosos y firmes,
Sin temor de los ciegos fusiles de la muerte.
Camarada de lucha, preparemos
El espíritu al triunfo que se anuncia
En las rosas de luto que florecen.
Reincidiendo veredas clausuradas
Llegaremos al límite del mundo
Abrumados y heridos, pero fuertes.
Eugenia, sombra amiga
Que me sigue a la noche y a la aurora,
Si vinieras a mí para alegrarme,
Para barrer del aire mis días lastimados
Y el estruendo de acero que me agobia,
A pesar de la lluvia de mis años
Brotarían enhiestas las corolas.
Si vinieras a mí para ayudarme,
Tu figura pequeña crecería
Y tu misión sería más humana y hermosa.
Camarada, dadora de alegrías,
Ayúdame a tener sobre la tierra
Esta fuerza de joven encendida!