Y aves mil, asu paso, por entre los fangales,
aquí y allá, del valle donde el héroe posa,
al escaparse en brusca ráfaga premurosa
agitaban en lúgubres lagos ondas letales.
Otras, cuando cruzaban los negros matorrales,
la frente acariciaron que en Onfalia reposa,
cuando ajustando al nervio la flecha victoriosa
el arquero divino traspasó los juncales.
De las nubes atónitas que de entonces horada,
y por rayos mortíferos de fuego coronada,
llovió una lluvia horrible con estridente grito.
Por fin el sol miró, detrás de los jirones
en que el arco del héroe trocó los nubarrones,
a Hércules sangrante sonriendo al infinito.
Versión de Otto de Greiff