Los extranjeros tienen una forma de alejarse
que muchas veces se parece al desprecio.
La timidez
de un vagón de la Western Pacific,
pintado a propósito para filmar
alguna película de vaqueros en el desierto de Almería,
o el verde de Carruagems Portugueses
que recuerda a un camaleón incómodo
descubierto de repente,
o el ruso, molesto de tener pintado
un caballo que responde
a la desvaída emoción del jinete
en una parada militar.
Más tarde formarán parte del inventario,
pero por ahora siguen conversando
ese extravío mudo
de las cosas olvidadas
el dolor guardado golondrinas con que callan,
el anillo equivocado de las despedidas.