Fantasmas de la noche, niñas tristes
que escriben con las luces apagadas.
Dragones del infierno las vigilan
y en un castillo mueren encerradas.
Sus nombres se pronuncian como lirios.
Las miro cada tarde atareadas
buscando el verso de hoja gris que diga
aquel dolor de mar que no se acaba.
Y un duelo, un no sé qué lejano, inmenso,
como una horca entonces cierra mi alma.
Mis niñas, la costumbre de buscar
angustias como agujas mal se paga.
Si hubieran hecho caso a sus madrastras.
¡Si no hubieran salido de sus casas!
Sus senos se deshojarán. Tan sólo
el frío irá a crecer en sus entrañas.