Al ausente

Recuerdo de Jorge Gaitán Durán

Si tu desnudo gesto inmóvil
si tu rostro que estalló de pronto ante un espejo
Si tu voz mutilada por el árbol por la nube
Si tu paso callado por un sótano
Una obstinada selva carnicera
Piedras y hojas de inútil rocío
y sigo sigo despierto pensando
Silencio ahora duermes
Ahora eres
Un puñado de estrellas y de madrugadas

La lenta noche del mar vaga por la memoria
La alucinación de cuerpos y fiestas lejanas
El herido cansancio del oleaje a la espalda
La víspera de Colombia en el entresueño
El amor y el hastío el deseo indolente
La respiración el perfume de un pecho a oscuras
El labio adolescente que miras entre lunas
La palidez de los objetos a tu alrededor
El golpe del trueno en olas en espumas en rocas
No escuchas callas es más sordo el silencio
Está más cerca el silencio
Ya adviertes la tormenta los relámpagos
Entresacas otro huracán de tus recuerdos
Ronco de sombras y vientos yagonías

Si nunca aquella errante ráfaga huyendo
Salida del cielo morado a borbotones
Con un ruido de corazón destartalado
Riega el espacio de lágrimas y desperdicios
Es el inasible aullido del insomnio
Es un largo funeral por una calle a solas
Es un sollozo que silba perdido en las esquinas
Como el eco de un grito en una
Imprevista ciudad que sonámbulo:
Vislumbras ves desierta entre pesadillas

Porque inhumano el mundo se niega a ser eterno
Vuelas irrescatable de cenizas
En la medianoche de un bar te despides
Te rodean mutilaciones y senos y maderas
y ya no quieres escuchar
Mas es verdad que ya no me oyes
Y el traje con que andabas por la tarde
Y mujeres encinta llenas de besos
Caen también con precipitación
Desplomándose en estrechos invisibles corredores

Quedan la lluvia la conversación los recuerdos
Si no hubiese sido montaña sino mar sino llanura
Aquel que en mitad del camino de la noche
Buscando palabras el infinito tiempo medía
Sin olvidar la muerte al lado
Repentinamente entrado a su muerte
En el vértigo el asombro instantáneo del vacío
Palpando en el espacio tanta inmovilidad
Ahora te sé de aire y noche y nada

Eres tú el mismo que vivía
El mismo que regresaba
O era yo o era otro
O éramos me repito nuestros amigos
Estuvimos uno a uno al amanecer en Pointe a Pitre
O pudo no haber sido nadie sino
El sueño de algún huésped de mi memoria

Apenas los cabellos apenas el alba caída
En el vestido
Entre escombros inerte sin luz deshabitado
¿Qué raíces qué miradas lentamente
Despiertan junto a un cuerpo
Silenciosas y frías para reconocerlo?

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Blanca taciturna

Qué día de silencio enamorado
vive en mi gesto vago y en mi frente.
Qué día de nostalgia suavemente
solloza amor al corazón cansado.

Alta, dulce, distante, se ha callado
tu nombre en mi voz fiel, pero presente
su turbia luz mi soledad lo siente
en todo lo que existe y ha soñado.

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El exilio

El hombre entristecido mira
caer vehemente la luz a su ventana:
distraído contempla la distancia
de espumas como olas, lejanías.

Leves despiertan a su nostalgia
los reflejos de otros días,
y es ocio y congoja de una tarde
por gracia de este cielo,
que a su imagen
es mar azul, playas doradas, islas,
regresar desde la claridad de unas nubes
en el desmayo ávido del instante
hacia la antigua soledad remota.

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El lago

By the waters of Leman I sat down and wept
T. S. Eliot

Érase entre la luz de la mañana
Alta y desierta nube de otro tiempo
Me mirabas llegar desconocido
Aire írio cristal pálido día
Llovía luego un agua verde entre el paisaje
Un agua azul y plata por el lago
Un agua ronca con sollozo a mares
Despedazándose rota en ventanales
Me veías llegar desconocido me veías
Amante que perdió su memoria el rostro amado
Me veías ráfaga de huracanadas
Olas de luz y viento y tempestades

Dejabas penetrado de relámpagos
Al extranjero corazón a oscuras
La ciudad que rodea de verdor el lago
Cuando a la hora última la tarde
Dejabas tu desolación en las esquinas
Cuerpo insinuándose al recuerdo
Dejabas tus sedosas violetas esparcidas

El mundo extraño apenas prodigando
Leves fulgores perlas por el aire
Frágil contra la sombra el muro el árbol
La viuda cabellera de las luces
De noche tiernas lunas
Sobre los pavimentos y las lluvias

Cuando eres tú y a tu lado impalpable
Una joven cintura entredormida
O femenino cráter insospechado ardiendo
Ebrio de tristes pasos cuando el eco
Por soledades vagas como espejos
Como calles por nadie nunca recorridas
Que hace más años tú ya presentías
Ser el desconocido
De súbito al encuentro

El rugido del viento en las orillas
Ecos de ahogados flotan sordamente en insomnio
La oscuridad el cielo inmóvil
Las aguas que noche y día son tu pensamiento
Lago tal corazón desbordado
Bajo la madrugada sollozando
A solas su imagen tan desierta
Un momento le creíste
palpitación o llamarada
Como tú
De amor y luz y tiempo ausentes
Contemplar aún su claro pecho irisado
Mientras la vastedad del agua amaneciendo
Lago era entonces sin furor
Invisible al deseo
Cuello jazmín apenas
Solitario de silenciosa blancura
Muslos apenas grises de nácares helados

Alejándose entonces la presencia y el sueño
Borrando al alba en cansancio su latir obstinado
Llegar por fin a ti la vida en secreto
La vida ahora que asoma entre tus labios
Tus mudos labios volviendo a tu vida
Aquel desconocido
De siempre a tu encuentro
El cuerpo del pensamiento de ti mismo
Aquel
Amante que perdió su memoria el rostro amado
Huésped del laberinto y la nada.

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El verso llega de noche

En la ciudad de bruma la fiesta
de las noches es un bosque
de cabelleras oscuras y de estrellas.

Turbándome con sus pálidos dedos de rocío
como entre los amantes sorpresivas palabras,
su silencio enloquece las plazas solitarias,
las calles, los ámbitos callados
por donde pasa el aire misterioso de siempre.

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Jardín nocturno

La mancha del cielo azul, sombras de árboles, sombras de nubes,
y alrededor muros, ruinas, piedras que en el silencio
son frío, si la mano, si el pensamiento las roza.
De noche, retraído y apasionado,
contemplar desde allí lo lejano.
Olvidado de sí, hambriento del mundo,
vagar entre luces, ciudades, veranos.

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Llanura de Tuluá

Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.
Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.
Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,
se piensa:
soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.

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Madrugada

Ciudad de los adioses, invernal, cilo gris
donde la hora impalpable amanece
con un monótono color ya repetido.
Hay quien intenta, junto a los muros
de sus turbias esquinas silenciosas,
descubrir la hermosura secreta por el aire
ante la madrugada en el recuerdo
de un día que no ha sido.

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Olvido

Los días que uno tras otro son la vida…
Aurelio Arturo

La trémula sombra ya te cubre.
Sólo existe el olvido,
Desnudo,
Frío corazón deshabitado.
Y ya nada son en ti las horas
Las taciturnas horas que son tu vida.

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Testimonio

Eran vísperas del crimen el empedrado,
la tarde,
el sol caído violentamente hacia el oeste,
cuando, desde balcón a la plaza,
vaías
negros jinetes cruzar.

Remotos, pálidos, silenciosos,
iban
en lento paso morado,
en procesión de monstruos fugitivos,
y su vacilación el sitio a donde
llevar duelo.

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Versos del anochecer

Cuando la nube del anochecer definitivamente se borra
oyes girar
leves árboles verdes por la espesura
de hojas que son lentas respiraciones amorosas.

El aire como vaga sucesión de montañas
que de noche confunden con su peso
tibias lámparas encendidas por no se sabe
qué mano dulce resbalada en la sombra.

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Viajero

La extrañeza del lugar aunque
lo imaginaba. Lo interminable del instante
y lo áspero. Un comedor vasto como el hastío,
Mas aquí, en reposo,
el mudo mantel, el atardecer
junto a la sombra
de los recuerdos en el rostro.

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A la poesía

Al soñar tu imagen,
bajo la luna sombría, el adolescente
de entonces hallaba
el desierto y la sed de su pecho.
Remoto fuego de resplandor helado,
llama donde palidece la agonía,
entre glaciales nubes enemigas
te imaginaba y era
como se sueña a la muerte mientras se vive.

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Ciudad

Por el aire se escucha el alarido, el eco, la distancia.

Alguien con el viento cruza por las esquinas y es un
[instante
su mirada como puñal que arañara la sombra.
Desde el desvelo se oyen sus pisadas alejarse en secreto
por la calle desierta tras un grito.

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Como la ola

Con llegada de espuma hasta la playa triste,
oscura ola de esplendor lunar extendido,
tú cruzas, tú cruzas
con remoto ardor despertando mi beso
en el mar delirante de la noche.

En fuga siempre, llena de reflejos,
reconstruyendo a solas lo amargo y lo distante,
o recostada un poco a la luz de los crepúsculos,
así mejor dibujo la melancolía de su retrato:
junto al piano, a la ventana
de irrespirables sueños, a la música de súbito callada,
esperando una voz que llega como el eco a las zonas
desiertas.

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Fantasma

Esbelta sombra dulce, sombra con ademán de entrega,
cuerpo en forma de cielo y sueño, reposas en el aire,
rompes el silencio con el corazón a borbotones,
pero me dejas en suspenso, extraña.
sólo palpitación, sólo deseo,
hallazgo imprevisto de mi destino ignorado.

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Pensamientos del amante

Ya que la intimidad la noche la criatura
Sombreada contra el Sol aquella tarde
Y por una avenida de incorpórea
Luz los pasos que hoy resuenan
En un espacio donde todo calla

(Es más hondo el amor que nadie nombra
Más amarga la desdicha de un espejo
Cuando de pronto lo empaña el lento vaho
De una tristeza a lo lejos de alguien
Que ignorado cruza errante el vacío)

El arco de las cejas encendiéndose
La multitud del oro los hombros en reposo
Un río subterráneo entre su pecho
Los muslos firmemente dueños de la tierra
La mirada que en un duelo trémula estallaba

(Vencida por el tiempo la esperanza
Un caminar perpetuo entre la lluvia
Una ciudad de nubes y agonías
Contra todo y sin fin seguirte siempre
Oh roce frío de invisible llama)

El sol occidental ensangrentado
Más allá de los cielos el verano
El ondular delgado paraíso
La cabellera húmeda de selva
Muchacha por un patio de violetas

(¿Por qué retrocedías y callabas
Te pensabas temblando como un niño
Lamento entrecortado en tu garganta
Devorado en la red de una tiniebla
Entristecido por tu propio sueño?)

Luego por yertas calles la alborada
Trajo al azar indescifrable un rostro
Rubio fulgor entre azulosa niebla
Furia de soledad y la nostalgia
De en otra desnudez hallarse vivo.

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