Fulgor de mediodía de Arturo Capdevila

En el día más limpio la muchacha me llama
Estoy desnuda frente a la ventana
dice su tenue voz
(La miro recostada ante el brillo de la luz:
ante los trinos de los pájaros que visitan el pequeño jardín
y que no puede oír detrás del vidrio donde estallan destellos.)
Tengo mi mano izquierda sobre el pecho: lo acaricio.

Le pido que acomode el teléfono en su hombro
y que coloque la otra mano sobre su rosa crespa
Su gemido responde
Me estoy tocando dice
Siento pena
Yo insisto en que me obsequie su pena y su deseo
Oigo el silencio
Luego se inunda el cable telefónico de gemidos
quejidos dulces sollozos cálidos lamentos
respiración alterna: pareja y delicada entrecortada y áspera
Luego un corto chillido
o una nota de llanto
Oigo
un suspiro final
y el aletargamiento de su lengua
y sus guturaciones
Vierte
sobre las doce horas del día inerme
su líquido su miel su jugo más brillante
Se inundará de luz el cable telefónico
la red entera la nervadura oculta de la ciudad monstruosa
Habrá miel en la voz de las mujeres plenas
Respingarán las leves columnas vertebrales de las adolescentes
con un inesperado escalofrío
Habrá erecciones repentinas en los hombres de todas las edades:
súbitos estremecimientos en los niños pequeños
perturbadoras sacudidas de excitación en las ingles juveniles
vaga satisfacción en la sonrisa
y un fulgor libertino en la mirada de los viejos
¿Me has sentido? pregunta su voz tierna
Yo palpo mi dureza
Oigo mi ancha respiración
en el quebrado silencio del mediodía
Siento pena murmura
Pero escucho su orgullo
restregándose eléctricamente con el mío
Aquí
el único avergonzado
es el sol.