Anhelo el paisaje de mi infancia,
el aire ahogado en humedad,
el salitre,
los días de lluvia en que nunca amanece,
el óxido del astillero,
la morriña anclada en los puertos
como olas esperando mareas
y esa voz huérfana y lejana
que recuerda que el mar
siempre es distancia.
Anhelo ese paisaje
como un barco anhela travesías,
como se anhelan los besos que nos aguardan
en el umbral de esos cuerpos
que jamás nos pertenecen.