Hasta que llegues
viviré
en un duro color
de suspensión;
no habrá más nada
ni nadie más
me contendrá
en un gesto
de fronda
y temporal,
seré una casa
de vacíos espejos
aguardando
que tu presencia en mí,
por lo cercana,
nuble el azogue natural
del cuerpo
hasta verme
ya toda respirada:
labio sobre la línea
de tu nombre
navegaré un vacío
de palabras
habitaré los filos
del aliento,
marea en las resacas
de la espalda,
vuelco de corazón
que sólo puede
para sentirse
en humedad,
ser barca.