Instante y elegía de un marino de Claudia Lars

(De Regreso a mi Padre)

Y digo que nunca hablaré de la muerte y del
amor en sitio cerrado.
Walt Whitman

1. Sin rostro ni contornos.
Apenas presentida en la distancia
pero viva en su sangre como un pájaro.

Mareas ascendentes
se la ofrecían inicial, creciendo,
y más honda que el pulso y el deseo
iba, fija y errante,
por el sonoro rumbo de los viajes.

Con velas retadoras
y guiños de fugaces litorales;
con las agrias palabras y el chubasco,
oculta en el silencio de aquel hombre
que buscaba una flor en las espumas.

Asomada a sus ojos,
cálida entre los muslos dominantes,
dormida en su dibujo,
detrás de las corrientes y sirenas.

Así -náutica rosa-
sin conocer su propio aliento dulce,
esperando señales y bahías
y el asilo de un vientre, como esponja.

2. Entre la niebla, el hombre,
sucio de remolino y de misterio,
recordaba el color de los retratos,
el jugo de las hojas
y la categoría de la tierra.

Por huellas de los náufragos
había perseguido el horizonte,
llevando la locura y el tatuaje
de aquella gente de mirada verde
con rumor de la isla en cada pliegue.

Ni la casa tranquila,
ni la harina con miel y con manzana,
ni el licor del barril, lleno de risas,
pudieron detener aquel impulso,
aquel vaivén de muertos entre sales
llamando siempre con su voz nocturna.

Sumiso a los mandatos invisibles
pregunta sin querer -como antes, otros,-
la razón del adiós y la distancia,
y la busca en el hierro de los muelles
y en el mojado grito de los ánades.

…Ya la proa divide nuevos vientos
y brazos de agua y cielo ya le ofrecen
tiernas playas, de frutos,
y también la delicia de estar triste.

Pero ella va en su cuerpo como gota:
burbuja sumergida y navegante.
Tal vez entre los hielos derretidos,
tal vez en fino idioma, que no entiende.

3. Y un día, sobre el tiempo,
en bulto de pañal y carne frágil
el hombre la recibe:
¡niña del mar salida de sus venas!

¿Por qué cubre su sexo
y estudia el cielo tibio de su frente?
¿Por qué le duele su temblor de ola,
su vegetal pujanza
y la estrella gozosa?

Ella le burla y le desprecia el miedo,
esbelta de alegría y de palabra,
hija de sal y de olvidadas lunas
pero toda del pecho de la costa.

Y el hombre, sometido,
borrando la llamada de las barcas
siembra su corazón en tierra firme
y en aldea de musgo y de regazo.

4. Una noche la sangre
habló con viejos nombres del olvido.
Habló a la niña, con rumor oculto,
y en golfos quietos de su propio oído.

Despertando preguntas,
moviendo oscuros limos germinales,
la sangre recobró su voz antigua
y trajo aquellos mares de regreso.

Y le embrujó las horas
por donde el sueño descubría rumbos.
De su cauce brotaban peces vivos,
saetas musicales
y los escombros de una casa de humo.

Y el hombre, con angustia,
miró en sus ojos cien países nuevos.
¿En dónde su alga suelta, su gaviota,
buscaría el color de la tormenta?

5. El hombre ya se pudre bajo el lodo
y tiene una raíz sobre la frente.
Su sombra marinera está en el árbol,
tan sencillo y tan verde.

¿Quién suelta sus palabras?
¿Las palabras más hondas y secretas?
¿Quién dice su dolor de enfriada lágrima
y mantiene su voz, así, despierta?

«Dormido Capitán, tengo tus pasos
y tu ardorosa fiebre.
La misma obstinación sobre el abismo,
tu mismo amor,
también tu amarga brea».

«Pero tengo, además, la flor desnuda
y el metal y los nidos anhelantes.
Este buscar en la distancia sólida.
Estas nubes de polvo».
«Padezco los vagidos
y los muros sin puerta y los candados.
Hallo el sudor, la sangre, y los recojo
por vecindad y compasión de tacto».

«Del viento llego con terrestre agobio,
con pleamar en guerra;
y soy del horizonte porque busco
su color de promesa».

«Ya estaría perdida
sin tu huella de luz y tus señales.
Por esa luz ¡Mi Capitán ausente!
puedo vencer tus mares».

Te repito en mi gesto, en mis ardores,
y te llevo sin rezo ni sollozo.
¿Te inventa el corazón cada mañana?
¿Es mi rostro el espejo de tu rostro?

«Guardas islas de nácar y de fábula,
puertos iluminados, que no encuentro,
permaneces en tierra de mi madre
y navegas mi canto para siempre».

«En tu recuerdo crece y se mantiene
una visión de azules transmarinos.
¿Quién dice que estás solo entre la yerba?
¿Qué témpano o qué llama nos divide?»

«Tu balandro sin miedo va en mi pulso,
tu viaje en mi conciencia,
y tu nombre, vencido o liberado,
es claridad de origen y regreso».

«Llenas mi mundo, mas el mundo externo
me tiene en servidumbre.
Y está el vacío que dejó tu cuerpo
en el peso del mundo».

«Hay un ancho desgarre,
un perenne vibrar de sangre en lucha,
una sorda mentira
y una experiencia de laurel convulso».

«Duelen la sien, el hueso, la ceniza,
en río de los sueños y palabras,
la soledad, con su ascensión de torres,
y el olvido constante».

«Todo duele… lo sabes, lo sabemos.
Ahora como antes.
De la mañana dulce y sin recuerdo
brotan las golondrinas y los árboles».

«Se alzan allí, de madurados odios,
proyectos de piedad y tiernas rutas,
y del ancho abandono de los muertos
castidades de música».

«¿No te alcanza mi voz, no te persigue
en grave testimonio?
¿No rodea tu casa de silencio
esta esperanza de algo que amanece?»

«Siempre amanece… mas la noche vuelve
con sus tensas vigilias y su angustia.
Después de la pregunta, del gemido,
¿otra vez la pregunta?»

«Miran los ojos un paisaje limpio,
un rostro que nos ama.
Se abren los labios para dar, de nuevo,
sus amantes palabras».

«La tierra busca sin perder un puente
su reino de hojas y de fiestas breves.
La leche entrega por colinas dulces
sus líquidos vergeles».

«Montañas y navíos
están bajo la luz en claro goce
y hay otra vez un mundo palpitante
de peces y de rosas».

«¿Tendrá el día virtudes
de playa fiel y mares sometidos?
¡Sólo en tu sitio, en tu lugar de estrellas,
puede medirse el día!»

«¡Y estoy, estás, estamos, todos juntos
-muertos, nacidos, tristes de misterio-
con demonios de sangre, vigilantes,
y en la sangre sin fin ángeles ciegos!»