A grandes voces

Por sobre los escombros llegados a las puertas del insomnio:
veinte, treinta años doblado
en las esquinas del viento,
susurrante de palabras dormidas:
pan, hambre, a las puertas del insomnio.
Tierra, qué fríos tus senos de ciudad.
Hermano, una limosna, por favor—.

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Anacusia

Escribía sobre el amor,
¡Como si no tuviera otras que decir,
más importantes!
Sobre cosas que pasan,
sobre miasmas de siempre,
acerca de pólipos y amibas, y eso
—sobre el amor—.
Caía sobre de ello,
sobre de ellas tres,
hembras de mi alquimia.

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El buen camino

Puedes perderte así un día de fiebre sin saber por dónde
la sangre corriendo emponzoñada puedes perderte así
un día de rabia
Éste es aún el aguerrido mundo de los sueños
Nacerás hoy con buena estrella
Mirarás y serás reconocido
Tomarán tus palabras como justas
Crecerás en boca de los años
Procrearás bestias desbordantes como espejos
Reirás del cura que visita a su sobrina cada jueves
Irás a misa los domingos
Tu llanto en las cantinas
Tu amor en los prostíbulos hasta que
santo día de fiesta
de sed y de atropello giman tus huesos de por tierra
Día de fiesta en parques y alamedas
Día de flores y lamentos
Voces graves en latín pronunciarán tu nombre
al cantar emocionadas la oculta importancia de tu vida
Y nada todo ello una tarde así
de asco de deseo de sol balanceando
sombras de eucalipto sobre un mármol casi blanco
Casi tuyo

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El cerco

Habrá niebla en los tejados
Caerá como nunca sobre largas formas líquidas de luna
Tardaremos en llamarle invierno
entretenidos en el grisarse de árboles y cosas
Será —diremos— el tiempo que se viene como otoño
Pero el año se dará redondo y perfecto
como previsto en nuestros viejos libros

Aprendiendo a estar aquí
nos dejaremos llevar por los eneros uno
por los agostos viernes

Volverá la paz será la lucha
Y en algún corazón recién acariciado
la espina del tiempo toda

Se harán más viejos los ruidos y la noche
Vendrá el sexo sobre el sexo a fecundar la dicha
Se perderán tus ojos tus palabras
Tomando el cuerpo como mazo
desearás golpear la tierra que te niega

Será la risa
Será el deseo
La mancha de tu cuerpo
doblada en las paredes
meando oscuras golondrinas vaporosas

Será la noche que te abrigue
entre guitarras y hombres en mangas de camisa
dados a no olvidar pequeñas cosas

Será el toque secundado
de alguna campana colmada de sorpresas
autorizando el flirt de las muchachas
a la hora del rosario
Será el rostro reluciente del chiquillo
paseando un caramelo entre los dientes
Habrá ciertamente niebla corriendo
entre estas torres
y estos pinos perdidos casi en la blancura
Será Xalapa o San Cristóbal
Seremos tiempo anudado a nuestros huesos

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Guía de la Ciudad de México

Desde las Lomas Heights,
donde aún habitan, gozosos, los políticos enriquecidos,
los antiguos banqueros, con su blanca (o verde)
faz atónita
y una numerosa flotilla
de grandes capitanes de la industria y el comercio
(que siguen nadando en la corriente,
antes de que Neza los devore)
para bajar por la añosa verdura,
polvorienta y asfixiada, del Bosque,
con su serie de templos adjuntos:
el castillo que sirve al culto reaccionario;
el museo que inventa su pasado indígena;
la exquisita pintura del sector privado, a la izquierda;
y la exquisita pintura del sector público, a la derecha.

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Hierro nocturno

1

Mucho antes de que estas montañas
ratas grises en la solapa aguda del sol
antes que cárceles de cieno y luz
fueran para mi espíritu domesticado
por los azotes inmisericordes del Belcebú embrutecido
en mi secreta epidermis
el gran reloj del mar meciendo sus aguas sin escoria
y las terrazas azules infinitamente contiguas
en la proximidad distante
choque de dos olas y el rompimiento de la nuez
aún entre los peces

Y el ruido del parto y la sedición de los montes
hacinándose en los rescoldos de la brisa

Señor al fin del elemento
yo vengo de esa brasa de liqúenes pensantes
de sombra a hormiga a hombre
el hijo nuevamente padre
Prometeo entre los hielos
cavando a uñazos los cuévanos de su oscura madre

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Jornadas

Es el tiempo inaplazable,
nuestro tiempo,
avejentado mirador hombro atrás
que mira tras de sí.
Sin palabras, sin sucesos.
Dejando atrás paradójicamente la mirada.

Rugosa piel interminable
humedecida entre jornadas.
Es el sol
y es el agua.

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La silla

Si tengo que mirar un día
la silla como la miro ahora
y tengo que callar a los poetas
para decir tan sólo
es negra
(Y una callejuela de árboles suntuosos
se detiene sombra y sopla en los follajes)
si tengo que mirar de día
la silla y estrecharla
y sostenerla
(como a una ola hueca
que se sabe que se abre y que se cierra)
si me voy a sentar
o me voy a parar
alejándome de la silla negra
(la madera es blanca
rechinante apenas por el uso)
si me voy a quedar quieto
balanceándome en la silla fija
(por una vez no confesar
estoy pensando creciendo madurado)
Por una vez decir que estoy contento
en paz con las palabras
que soy como la silla álamo y cultivo
que estoy en tierra
sólidamente agitado y enraizado
como un abeto decir como la silla
en su acabado negro
Ven ya no rechino
(y rechinar de nuevo)

Si me voy a quedar aquí
o en otra parte
y voy a contemplar la silla
digo qué me cuesta callar a los poetas
y decir tan sólo es negra!

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Por amor

He aprendido de ti
Que no basta el gesto ni la acción
Que el amor no basta
Ni la inteligencia
O el susurro exacto
Aun más
Que la ternura
En ciertos casos sale sobrando
He aprendido
Que el cuerpo
La carne
El sexo
No tiene mucho que ver
Con hacer el amor
Y seguir vibrante
Aprendido
Que unirse
Contigo
Es volver a ordenar una lucha
Conmigo
Que ha de llegar a ti
En la punta de los poros los labios y los dedos
Al beber y al cantar
Al ver un árbol que crece y una amapola que muere
En el ciclo normal
Ese que de alguna manera por humanos hemos perdido.

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Rencor al olvido

Mezclado al aire tibio
y sosegado con que duermes
resuena el eco de otro aliento,
tembloroso en la distancia
mas fresco en el hurgar
de mi memoria cavilante
al filo de un amanecer
que se retrasa
al compás de manecillas tercas
que van dejando caer, sobre las cosas
que más quieres; pétalo a pétalo, un recuerdo.

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Réquiem

Hundo mis vocales piernas
en la espesura álgida del año
y callo: escucho.
Y una sombra a dos,
caídas en la prisa de su sueño,
abren llagas de insatisfacción, cólera y miedo
en el leprosario ambulante de estas horas.

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Sombras

Después de los cuerpos van las sombras
Átomos dispersos que se encajan
en los pisos las paredes
que estallan en los bordes dilatándose
vuelven y se quedan en el mediodía
Van las sombras como cuerpos
Los cuerpos como viento

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Vigilias

1

Quise que me conociera
como realmente soy.
Dejé atrás
todas las trampas.
En estado de alcohol
grité, imploré, ofendí;
vomité dolor y miedo
sobre su regazo.
Cuando me vio,
sombrío en la humedad,
febril por el desorden,
revolcado y puro,
casi un recién nacido,
sin duda por el tanto amor,
sin duda,
escupió sobre mi rostro,
huyó.

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Y ahora, qué

Antes lo creí
pero ya no.
El amor no es asunto de dos
ni de tres;
esto nos concierne a todos.

Si beso tus labios,
si nos decimos, adiós,
mi vida,
habrá siempre
una voz arremetida, a empeñones
un grito como trueno,
un lamento, que diga
que no.

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Yalentay

Queda mucho de las sombras primeras.
El sol, espejo y humo, erecto,
achica su ojo tutelar y se mece,
inconforme, sobre las cosas de barro.

Yalentay, ensimismado, abre los brazos:
intenso invierno es su susurro.
Y sus hijos,
y los padres de esos hijos,
que también se han marchado,
doblan cabizaltos la memoria
y nieblan.

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