Coplas de Carmen Romero

Díselo, Carmen Romero,
dile que estamos aquí,
que él parece estar allí
y es aquí donde lo espero;
dile que ningún obrero
entiende que un presidente
mande guardias a su gente
en vez de mandar trabajo,
dile que va cuesta abajo
frente a la Cuesta de Enero,
díselo, Carmen Romero.

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El viajero

(De Miguel, camarada viajero con el frío)

III
Pretendieran tus ojos estos mares felices,
esta orilla encendida.
Pretendiera esta luz tu corazón viajero.

Desde el muelle miramos,
contemplamos los mares que se agrandan ya tuyos.

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Espumas de la escollera

A Rafael Alberti

Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era»

Rafael Alberti

Espumas de la escollera,
Puerto de Santa María,
si Garcilaso volviera
yo sé que preguntaría
por su joven escudero
que quiso ser marinero
y se quedó en tierra un día.

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La casada infiel

«con la pasión que da el conocimiento»
Jaime Gil de Biedma

Hoy está triste el juglar
sólo canta para ella,
que también la juglaría
tiene parte en la tristeza.
Sepan que de mal de amores
nadie está libre en la tierra.

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Lo que pueda contaros

Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.

Porque llegar aquí fue una larga sentina,
un extraño viaje,
una curva de sangre sobre el río,
mientras todo era un grito
y ya se perfilaba resuelto en latigazos
el crepúsculo.

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Noche canalla

Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
Ella tenía en su boca colinas de Ketama
y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.

Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
en aquel cielo raso como un paño de tul.

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Otro romanticismo

«…las aguas del olvido «
Garcilaso

«Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!»
César Vallejo

Te escribo nuevamente desde una tarde helada
de esas en que nos puede el sentimiento
y la obsesión -ese pingajo de la soledad-
te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo
y, lo más peligroso, te alumbra, te interroga.

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Paseo de los tristes

Entonces,
en aquella ciudad
o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo,
el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos,
en versos aprendidos sin historia
y no era posible amar
entre unas calles donde todo era sucio,
carne sin brillo,
cuando aún en el mar, la nube y las espigas
sin historia y sin tiempo, vanos,
estábamos durmiendo
o ignorando
esa gota de sangre que cuelga del amor
-su blanco cuello herido-,
ignorando la clase oscura en que nacimos,
sin consciencia de naves hundidas,
de rubios náufragos,
condenados a vivir una historia perdida
de explotación y soledad, de muerte enamorada,
sin saberlo.

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Poética

A Aurora de Albornoz

Mas se fue desnudando. y yo le sonreía. «
Juan Ramón Jiménez

Vino primero frívola -yo niño con ojeras-
y nos puso en los dedos un sueño de esperanza
o alguna perversión: sus velos y su danza
le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas.

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