(In memoriam)
Aquí hubo una mujer, lo huelo, lo adivino
comprendiendo este vacío donde el aire
teme integrarse a su nada y ser mujer
adquirir vientre y figura para que
yo la ame y la atormente como un hijo.
(In memoriam)
Aquí hubo una mujer, lo huelo, lo adivino
comprendiendo este vacío donde el aire
teme integrarse a su nada y ser mujer
adquirir vientre y figura para que
yo la ame y la atormente como un hijo.
Me atormenta sobremanera esta casa tan oscura
y más, el que no esté en mi destino encenderle
una lámpara.
He intentado arrojarle luciérnagas a sus espejos,
guiar el alba hasta sus ventanas,
atarla a otro horizonte fuera de la noche.
El relámpago nace y no tiene tiempo
de recordarse a sí mismo.
Rasga el rostro del cielo, y no llega a comprender
que es la única herida de la nada.
¡Quién pudiera escalar
su esquelética forma de raíz
para mirar por sus rendijas
el escondite de Dios!
El universo resuena como llovizna
sobre el agua,
imperceptible como el susurro de un árbol al crecer.
Estamos encerrados en una dimensión oscura;
la noche es la sombra de una pared lejana;
Dios vive del otro lado.
No te has preguntado ¿a quién le ladran
los perros?
Enciendo un fósforo y nace mi mano.
Sobre el fondo una moneda flota o quizá
la redondez luminosa del ojo de un gato.
Hago ascender mi mirada arañando las tinieblas
y se hace libre allá, a lo lejos, en la cima
de todos los quejidos.
Hay tanta paz en regresar de la cocina,
volver a la cama donde la carne se pudre
para llenarla con nuestro misterio.
Atravesar el pasillo como si fuera la vida,
sentir el resplandor de todo lo que huye
y se convierte en paredes.
1.4 Madre, si te dijera que estoy cansado de vivir no me lo creerías. Yo no sé cómo te está yendo allá, adonde te fuiste aquel día, dejándonos a todos llorando. Aquí, lo mismo, y eso es lo triste. La casa que habitaste la está destruyendo el tiempo, y en el jardín, tus rosas se secaron para irse contigo.
Mi abuelo murió cuando yo nací, alguna pared
divide su tiempo del mío. Cuando cerró los ojos
yo los abría al mundo. Mientras él se marchaba
mirando atrás las huellas de su vida, yo llegaba
iniciando sin él la continuación del camino.
Vivimos como un consuelo,
como si nos estuvieran pagando algún mal.
No sabemos qué daño nos hicieron
allá en el Paraíso, pero la luz nos dice
que vivir es un premio de alguien que sólo conoce
de eternidad.
En el fondo sabemos que aquel dolor padecido
jamás nos abandonará, que la vida es insuficiente
para curarnos aquel mal, que arrastramos
cadenas que resuenan en el más allá.
(Aún hay un árbol en mi niñez
que siempre quise trepar)
Y de repente encontrar en mi memoria
el misterio de una puerta
que una vez no quise abrir.
Trasponerla y descubrir del otro lado
el otro destino que nunca tomé.
1
Yo soy el testigo de este espacio que Dios aún no ha invadido. De esta tierra hecha de la sombra del aire, donde vienen perdidas mariposas arrastrando burbujas de tiempo helado, que estallan, dispersando sus garras verdes por las paredes de los sueños.