Entre los agostadores
los que mantienen abiertos los ojos del cuchillo,
entre los crueles, los monstruos del relámpago,
entre los animales humanos de la guerra,
entre las patas, heridas, llamas, alaridos,
brotando de la sangre, despunta al fin Bolívar.
Más joven que su muerte andante y próxima
tan joven para los años que le esperan
tan lleno de furor puro, de esperanzas,
tocado por el crimen, como todos,
ebrio de un fuego por vencer la muerte
pero también capaz de detenerse
para aspirar la flor gratuita, vana,
para soñar algún sueño en que se mira
con los pies en el lodo, con la frente en la estrella.