Diario de la noche

A la hora en que el sueño se desliza
Como un ladrón por senderos de fieltro
Los poetas beben aguas rumorosas
Mientras hablan de la oscuridad,
De la oscura edad que nos circunda.
A la hora en que el tren tizna la luna
Y el ángel del burdel se abandona a su suerte,
La orquesta toca un aire lastimero.

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El brujo

Tocaba el arpa en las rejas de su celda.
O tomaba de un vaso sin agua.
Una porción de sed que nunca lo saciaba.

Tocaba el arpa en las rejas de su celda.
Soñaba que los gruesos barrotes temblaban,
Que sonaba un galerón
Con luna entre las palmas.

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Lista negra

Hago la lista negra de mis dudas en medio de un país diezmado y no
sé si las cartas que no llegan son violadas como el sueño o las mujeres…

(Al amanecer arrecia la lluvia y acaso la tormenta acalle disparos
lejanos…)

No sé, exactamente, si algún hombre en mi país es buscado en la
ciudad con la oculta lámpara de algún ladrón de sueños…

(Alguien al borde de un abismo acaso inicie el retrato hablado de un
ángel…)

Y cuando llega la noche o entro al sueño como a un tren que me
saca de un país oscuro, pienso si algún oculto guardián decidiera
aplicarme la ley de fuga de los sueños…

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Mapa del caminante

(Homenaje a André Bretón)

Ha llegado, de nuevo,
El poblador de las estaciones anfibias /del sueño,
El caminante de una Babel de espejos.
Alguien lo ha visto
Hablando con un ladrón de lejanías.
Alguien pregunta
De qué sitio viene
Llevando en el ojal la noche.

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Naturaleza muerta

Voy por la calle con mi maletín de antílope
Y mi billetera de becerro.
Calzo zapatos de toro
Y llevo un blusón rojo teñido en achote.
Toda mi ropa fue lavada por un secreto río
Y jabones de rosa.
En mis papeles rumora un viejo bosque,
Por momentos siento que
Se despereza la serpiente del cinturón.

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Revelación del silencio

Tras los temblores y los años que huyen como galgos, la Catedral de Managua se puebla de pájaros. En sus ruinas se siente la presencia del vacío, lejanos murmullos, precesiones de ausentes. Pero los grillos, ¡ah!, los grillos elevan una agreste oración.

Un olor a hierba recorre las naves y el púlpito del viento, un reino del olvido y la humedad.

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