Ella es a veces alta,
a veces triste como todo camino,
de mirada queda.
Y cuando me ve,
su sonrisa me quema todo el cuerpo.
La conocí hoy y sonreía.
Hablaba despacio,
viendo la palabra perfecta,
ella,
la mujer exacta.
Ella es a veces alta,
a veces triste como todo camino,
de mirada queda.
Y cuando me ve,
su sonrisa me quema todo el cuerpo.
La conocí hoy y sonreía.
Hablaba despacio,
viendo la palabra perfecta,
ella,
la mujer exacta.
Cuando en cien,
doscientos años,
alguien cuente
(invente) esta historia
o la historia de otro
exilio, de otras quemaduras
de este ronco andar,
cuando se refieran
a esta hazaña
y sus desaciertos
y no se diga el dolor
que devoran mis labios
y no se sienta la viudez
de la guerra
los huérfanos, los deshijados
los que murieron
sin abril en sus sendas
en un parque entonces
en un banco al hedor del verano
(las moscas)
los viejos rían
disciernan sobre el progreso,
los principios, el aire
acondicionado,
la libertad de los ángeles
cinco, siete siglos atrás,
cinco, siete años atrás,
se bate un hombre, una mujer,
contra su propia ausencia.
El loco, el triste, habla
de maravillas,
de verdades llanas
con severa convicción.
El loco, el triste,
habla, sonríe,
sus labios tienen
del mar los laberintos.
Entiende, escrutina, salta
de juicio en juicio
sin poder los ojos detener,
sin acordarse.
Voy por las calles,
me sacudo llantos de la piel,
me desprendo los últimos muertos que no quisieron morir.
Voy como alma en pena,
como un rayo sin trueno,
escapándome de la vida,
buscando un lugar donde morir.
No es la soledad,
no es esta triste muerte,
no es el recuerdo de mi pequeño hijo.
…si tú te mantienes libre,
por tu imposible yo,
tú por mi imposible.
Juan Ramón Jiménez
Aún recuerdo cuando te encontré.
Eras el nombre que conocía
por la música de cada sílaba.
Mariposa que volaba junto al fuego,
eras leve pájaro o espuma en tierra.
He bajado a los infiernos, a los fijos,
a los reales como una piedra en el rostro,
los que se nombran países, naciones,
territorios que en mi cara tornan
sus nombres en exilio, en tránsito, en ajeno.
He conocido buenas gentes, a qué negarlo,
que me han ayudado, que se han acercado
a la tripulación con un vaso de vino,
con carne seca, con una manta en buen estado.
He esperado muchos días,
y no he recibido respuesta.
Abril pasó, la nieve se fue,
y no he recibido respuesta.
Desde la ventana los árboles; el viento,
las hojas verdes en el mes de mayo.
Pronto las flores se llenarán de polvo
y esa carta tuya que no llega.
Como todas las cartas,
ésta llegará tarde.
Pero es que esperaba
decir el último adiós
y ya sabes los adioses
te martillan los sentidos,
son como la espuma del río
que se queda en la ensenada
girando hasta marearse
hasta que se va con la corriente.
Noviembre llega
y con él tiemblan
las primeras nieves
en el cielo.
Los pájaros preparan
su salida
rumbo sur
dicen que con la magia
del viento
pueden estar
en el Golfo
en un día.
Pienso en ti
y entretanto
deambulo por las
marchitas periferias
de un poema.
Aguijoneo mi
quijote
y la ilusión
se eleva
o se pierde
o te encuentra
entre las
perdidas
puertas
viendo pasar los pájaros,
embistiendo
esa distancia
en la que
me diluyo
por alcanzarte.
There was a time
when the only friends I had were trees. . .
Gerald Stern
Para Ken Mose
Cada cierto tiempo
converso con mis amigos
los árboles mientras
descansan del viento
y los pájaros.
Cae la noche.
Los remeros dejan de hablar
y descansan. Sólo el mar
con sus aguas
tienta el barco.
Tengo miedo.
Me hablas de mi hijo.
Ha crecido solo
y no tiene padre.
Triste época, Penélope,
triste tiempo
para andar de país en país
y oír la palabra extranjero
en boca de la gente.
Agónico fuego de la tarde,
triste, sediento;
camino despedazado,
viento de luna,
nocturno pájaro tenue,
obelisco de lo fugaz,
filosa piedra de rápido golpe.
Aquí estoy.
He llegado hendiendo
el silencio de estas calles,
horadando con mi sombra
cada pecho de aquellos hombres
ya idos.
Día jueves, octubre del año tal ,
hora, las nueve de la mañana,
camino por las hojas muertas,
las miro y grabo sus chillidos,
el agua y la tierra guardarán
su otro recuerdo.
Paso por el puente, no me contengo
y palpo sus barandas de fruta seca.