A mi amigo, Arturo Souza
No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella en el charco
a caminar los desiertos de luna
con el Sueño que nos enlazó el ombligo
No se verán más lágrimas
en el dolor del cementerio
que ve partir a los amigos
No más el polvo del eucalipto y el ciprés
cubriendo el Tercer Mundo
con la estela de hojas
en el camino
en las piedras rodantes
en las canciones de amor
y en los Cien años de Macondo
Las tardes tranquilas devoran libros
de la Biblioteca Universal Circulante
e iluminan anárquicas miradas
al amparo del hongo rosa de la fiesta
Para extrañarlo todo
la foto de Elisa en el poster de la Universidad
los poemas de Wirikuta
las canciones de Paraíso
el Manifiesto pacheco
la expedición a Tamazunchale
para buscar al unicornio
y las manos alzadas en los mítines
Las pintas en las bardas de la ciudad
los conciertos de rock
las enseñanzas de Burroughs
y las etílicas madrugadas de lucidez
para el poema
El llanto de luciérnagas
el día de tu muerte
la voz de Patti Smith
la inocencia perdida del suicidio
y el paradigma de Jesús
en la cripta 33 del ciprés y el eucalipto
No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella
en el vaso de cerveza
pues la soga ha quedado vacía
y nuestros cuerpos mueren
en esta tarde ebria
donde la tristura
cobra con creces los cien años de Lolita
quien espera en la llegada de la aurora
la canción más íntima
o los ladridos de los perros
que anuncien la próxima partida
No volveremos juntos
a ver la caída de la estrella
en el charco.