Cuando llueve tu poema

A Felipe Granados

Hay algo en tu poema
que me hace leerlo antes de dormir
repetirlo al cruzar los parques
y soltarlo por el mundo
cuando llueve

cuando llueve
consuela a los enfermos de melancolía
los enamorados suplican
por sus versos húmedos
y los perros lo olfatean
en los charcos sucios
de la vieja Roma

hay algo en sus palabras
que me invita a navegar
pero este barco tiene goteras en el techo
y no llegará a Paraíso de Cartago
ni podrá hacer frente a los gansos
ni a los vendedores de caramelos
en la calle de Dolores

Hay algo en tu poema
que nos invita a festejar
aunque esto no sea un hidrofaltante
la laguna sepultada bajo el suelo de México
o la promesa de un diluvio que no llega
hay algo de oración de vieja plegaria
una burbuja un tragaluz
la sonrisa de Nick Cave o el gatito de Tino
que me hacen sonreír
y creer que por fin
hoy no llueve

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El amante y la espiga

Ponme como un sello sobre tu
corazón, como una marca sobre
tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el
amor…
CANTAR DE LOS CANTARES 8,6

I

Mi cuerpo es claro, el tuyo oscuro
y en la aromosa claridad nocturna
nuestras lenguas se enlazan
con negritud de día

este deseo que nos invade
lo sé, viene de ser otros continentes
otros ríos que buscan cauce
hasta llegar al territorio
donde el color de nuestra piel
desaparece
y encuentra
esta infinita luz
que nos traspasa

II

Soy la tierra y tú el ángel
busco cielo y tú costa
eres la tempestad que inaugura mi ser
de mil maneras

nada es más grande que tu vuelo
ni nada más telúrico
que mi carne
abierta para ti

III

Tiemblo debajo tuyo
como una hoja
cuyo rocío
es tu semen

IV

Tú tienes el deseo entre las manos
me tocas y soy tuya
crepito, como el relámpago estoy viva

soy agua que te sacia
tengo las redondeces de la tierra
la voluptuosidad del río

pero me alejas de este mundo
oscura e invisible

V

Te vi de pronto
como un deslumbramiento
ante la aurora
y reconocí tu piel
como el amanecer reconoce
la noche que termina

VI

Por qué, desconocido
llegas y levantas mi falda
abres mi blusa
y besas mis senos claros
con una furia
tan sólo imaginada
por el ciclón
que arrasa nuestros campos

VII

Pasan los días
y comienzas a decirme
cómo debo arreglarme el pelo
los labios naturales
las flores por perfume

sigues lamiéndome
el cuerpo de espuma
que provoca tu deseo

VIII

Cuando el manto de la noche
besa los labios de la arena
un aliento de mar
de nubes
de tus manos
surge como navío nuevo

mi barca es una playa
y un verano que germina
tu cuerpo un dios
donde se acuesta el alba

IX

Somos dos animales hambrientos de deseo
Nada es sucio, me dices
mientras cabalgas en mi cuerpo
y la violencia de nuestros sexos enjoyados
florece como espigas

X

El día se nubla
de tanta conmoción temprana
debo olvidar que te llevo
como una espira que trepida

XI

Para besarte es que me escapo
templo sagrado donde la llama oficia
eres azul y rojo como el ardiente cielo
dorado mar:
mañana lloverán semillas
y nuestros cuerpos
florecerán de cantos

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El desierto

A Rosalba

Llegamos a la estación Catorce
después de un concierto de Santana
era el año del dragón y tu sonrisa una enciclopedia
leíamos a Simone de Beauvoir
y los duendes efectivamente eran verdes

—Los duendes y la mezcalina no se llevan—
dijiste cuando en la estación
encontramos un refugio frío donde pasar la noche:
que calentamos con música y fuego de linternas

No valían las explicaciones, tan sólo las metáforas
de dos chicas contándose historias al oído
Tú utilizabas todas las ingenierías para estropearme
—Para que la máquina fuera lo más humana posible—
Buscábamos fiestas donde no existían
fantasías pequeñas que nos hacieron cómplices
del amanecer
Eras como una virgen desnuda
y tu llegada un circo

Después del desierto partimos
a veces regresabas para enseñarme las incandescencias
de la aurora
Hoy mamá ha muerto y no entendemos nada
nuestra historia de la estación Catorce
es una nube
que sigue perdida en el armario

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Jade y perla

Pronto será un texto vivo
se alza y ya es una palabra
La letra balbucea y se convierte en música

La mujer se llena de gozo
El hombre da a luz una Letra
La mujer lame
El hombre ronronea
La mujer lo atrapa en el pulgar del Cielo
El hombre resbala por el índice del Tiempo
La mujer siempre ha estado ahí
El hombre va a un mitin
La mujer es una guitarra azul
El hombre tiene un girasol en la mirada
A la mujer le han crecido dos ramas
El hombre va a la playa y regresa
La mujer aúlla sin convertirse en lobo
El hombre trae a casa un oso y un delfín
para ver morir la luna
La mujer abre la ventana para verlos volar
El hombre canta mariposas
La mujer se las come hambrienta
El hombre llora una lluvia de estrellas sobre el frutero
La mujer le da una cerveza por el tallo
El hombre cree que es una flor y se marchita
La mujer se apresura a componerlo
El hombre pone cara de reloj descompuesto
La mujer intenta conciliar el sueño
El hombre dice el tiempo se ha apagado

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La caída

A mi amigo, Arturo Souza

No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella en el charco
a caminar los desiertos de luna
con el Sueño que nos enlazó el ombligo

No se verán más lágrimas
en el dolor del cementerio
que ve partir a los amigos

No más el polvo del eucalipto y el ciprés
cubriendo el Tercer Mundo
con la estela de hojas
en el camino
en las piedras rodantes
en las canciones de amor
y en los Cien años de Macondo

Las tardes tranquilas devoran libros
de la Biblioteca Universal Circulante
e iluminan anárquicas miradas
al amparo del hongo rosa de la fiesta

Para extrañarlo todo
la foto de Elisa en el poster de la Universidad
los poemas de Wirikuta
las canciones de Paraíso
el Manifiesto pacheco
la expedición a Tamazunchale
para buscar al unicornio
y las manos alzadas en los mítines

Las pintas en las bardas de la ciudad
los conciertos de rock
las enseñanzas de Burroughs
y las etílicas madrugadas de lucidez
para el poema

El llanto de luciérnagas
el día de tu muerte
la voz de Patti Smith
la inocencia perdida del suicidio
y el paradigma de Jesús
en la cripta 33 del ciprés y el eucalipto

No volveremos nunca
a ver la caída de la estrella
en el vaso de cerveza
pues la soga ha quedado vacía
y nuestros cuerpos mueren
en esta tarde ebria
donde la tristura
cobra con creces los cien años de Lolita
quien espera en la llegada de la aurora
la canción más íntima
o los ladridos de los perros
que anuncien la próxima partida

No volveremos juntos
a ver la caída de la estrella
en el charco.

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La luna es un grafitti sobre la ciudad

Cuando no hay canícula
sino lluvia
la luna está fuera de nosotras

Retorno con el beso de la luna
hirviendo en el cuerpo
Soy mujer y a veces
—como a Marge Piercy—
le gustaría quitarse el sexo
y dejarlo guardado
en el armario

Sucede que me canso
de aullar el deseo
en las temporadas de canícula
cuando arden los insectos

Entre la carroña que encuentro
al atravesar la ciudad
resulta que soy pura
que obligo a mis apetitos
a salir de cacería
cuando la selva
es una jungla de concreto

Sobre la alfombra polvorienta
despierto con la certeza
de haber estado con dos leopardas ebrias

La ciudad es una olla express
que gotea sus vapores sobre sí
mientras la luna es el grafitti
más bello de la noche

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Perla y jade

La mujer dice el tiempo se ha apagado
El hombre intenta conciliar el sueño
La mujer pone cara de reloj descompuesto
El hombre se apresura a componerla
La mujer cree que es una flor y se marchita
El hombre le da una cerveza por el tallo
La mujer llora una lluvia de estrellas sobre el frutero
El hombre se las come hambriento
La mujer canta mariposas
El hombre abre la ventana para verlas volar
La mujer trae a casa un oso y un delfín
para ver morir la luna
El hombre aúlla sin convertirse en lobo
La mujer va a la playa y regresa
Al hombre le han crecido dos ramas
La mujer tiene un girasol en la mirada
El hombre es una guitarra azul
La mujer va a un mitin
El hombre siempre ha estado ahí
La mujer resbala por el índice del Tiempo
El hombre la atrapa en el pulgar del Cielo
La mujer ronronea
El hombre lame
La mujer da a luz una Letra
El hombre se llena de gozo
La letra balbucea y se convierte en música
se alza y ya es una palabra
Pronto será un texto vivo

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Septiembre negro

Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentado
y en una vieja plaza liberada
me sentaré a cantar por los ausentes.
Pablo Milanés

Cuando el terror de un avión
explote en grito vacío de Las Torres
y la tierra viuda se sacuda el luto
y sólo escombros habiten su vientre
y cadáveres cuelguen de su apagada voz
una estatua llorará por su pueblo de fieles
herida frente al mar

Cuando el enemigo sea una sombra huidiza
y las calles vomiten hijos de variada piel
las estaciones se fugarán del bestial ritmo intacto
que recorre a la ciudad de corazón herido

En el grito del hierro más cercano al hueso
que a la carne sucumbirán las anémonas
el cielo y los vientos verán caer sus alas
y el mundo será una ubre seca
que recordará todas sus lágrimas
todos sus estallidos y todas sus venganzas

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Sin pájaros ni madreselvas

A Benjamín Anaya

Cruzaré por tu calle como por tu cuerpo
con un poema desnudo de toda enciclopedia

quién soy yo para nombrar tu claridad
en un amanecer que se sonroja
boca de mirlo con sed y sin abrigo

Para ti no tengo coartada, ni gloria, ni infinito
no tengo amaneceres, ni pájaros, ni madreselvas
no tengo avestruces en cuyo vientre acurrucarte

Para ti no hay espinas, ni aduanas, ni soldados
no hay sombras, ni famas, ni gorriones
no hay púas, ni codornices en el estómago del día
para ti sólo tengo mi vocación de gaviota triste
mi vuelo
y voluntad de arena

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Tiempo mío

A Ramón López Velarde

La vida dura
las estaciones se suceden
una tras otra
casi hipnótica
duración del instante
en que anduve
sonámbula
buscando a los astros
su fuego ardiente
y el crepitar del pájaro
que muere en sí mismo
sin encontrarse

y comprender
que cada huella
de la corteza del árbol
necesitó 33 días
para nombrarte
para verte girar
perlas de luz

De llama y agua
los hombres
las yeguas
la ondulación de los segundos

Me esfumaré bajo tus pies
viento que me ves nacer
dispersando este rompecabezas
que soy
que vivo

Tiempo que verás mi fin
en el centro de tu ondulación
respiro

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Vieques libre

Hoy no sé de auroras gaviotas
ni de botellas perdidas en altamar
Hoy no sé de la noche ni de lluvias
produciendo chasquidos
que arrecian o amainan
según su melancolía

Hoy no sé de viajes
ni de penumbras
sí de alumbramientos

Sé de la libertad
ensanchando sus alas
pronunciando sus versos
incendiando la piel y la sangre
de un trópico rebelde

Vieques libre
¡Viva tu canto!

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