La ciencia es, niños, de virlud asiento,
raudal que no se agota,
corona del estudio y el talento,
fúlgido sol que en el espacio brota,
dando calor y vida al pensamiento:
limpio fanal de blanca trasparencia,
emanación ingente
de sublime, sin par, omnipotencia;
porque es fecunda cual de Dios la frente;
porque forma su luz de Dios la ciencia.
Por la ciencia el mortal rasga ese velo
de ignorancia, que aterra;
por ella, en fin, con empeñoso anhelo
investiga los antros de la tierra,
y los mundos que ruedan en el cielo.
Nosotros, que en la cuna despertamos
ayer, y sonreímos
a la primera luz que contemplamos,
hoy en pos de otra luz aquí vinimos;
la luz del alma es, si la alcanzamos.
Tendremos, niños, al dejar la infancia,
un porvenir risueño,
conquista del estudio y la constancia;
que al hombre hace la ciencia dios pequeño,
y en bruto le convierte la ignorancia.