Aquello que llamamos realidad
es simplemente el edificio gótico
de una Idea caída
sobre la piel delgada del espacio.
Una ilusión
que nunca será nuestra,
por ella nos perdemos
entre alamedas de fértiles engaños
o celajes que trazan al azar
el mundo real, el mundo imaginario:
nombres, rostros, figuras,
fechas, ciudades, años y paisajes
de sombra.
¿Existieron?
¿O fueron el destino del vacío
y las informes máscaras del tiempo?
Extraño torreón de negra luz,
la realidad, como una llamarada
que es superior a todo, más fuerte que el olvido,
ilumina la tierra de la ilusión final.
Y su verdad o su mentira abrasa
como rayo de sol mirado a cielo abierto
por la ventana azul de un día de verano.
Un resplandor que ciega.
Una impasible
llama.
Espera de un mediodía absoluto
que nunca será nuestro.