Entre los rostros del bosque
está la muerte con sus transmisores portátiles,
hace gárgaras, vive saltando y reza,
sacudiendo el misterio nocturno de la noche.
Se parece a tus ojos cuando están cerrados,
a tu boca dormida que murmura,
a mi ausencia, tan junto a ti,
a un pájaro que cantó
y luego calló muerto.
Toda la selva tiene un poderío salvaje
y el hombre, profanando su estatua verde,
le agrega un ángulo lúgubre, frío y mortal.