Asisto al despojo del día
con su luto de marfil herido,
a la ausencia del que no volvió de la guerra,
que sin decir su nombre
quedó clavado en la monarquía del silencio.
Sin ser carpintero ni ir más lejos,
hago todo lo que pertenece al martillo:
me voy de golpe en golpe cantando
por el tajo abierto de la madera.