I
Ha terminado la creación sublime
el Ser que habita en la sublime altura:
al virgen seno de la tierra oprime
blando corsé de sin rival verdura.
Rico traje talar de ricas flores
cubre a la tierra que bendijo el cielo,
y fantásticas gasas de vapores
a su faz virginal forman un velo.
De joyas mil y de esplendor cubierta
la virgen pura que el amor atiza,
atavidada con lujo se despierta
y a Dios le manda su primer sonrisa.
Un himno sacro la natura tiene:
doquier se eleva con celeste encanto
de tropa de aves el cantar perenne,
arrullo de olas semejando un canto.
Están los goces en la tierra impresos:
se oye en vez del rumor que alza el gentío
vaivén de hojas remedando besos,
sonrisa de auras, murmurar de río.
Y brinda la díamela su fragancia,
el balbú sus canciones orientales,
y sus perlas la aurora en abundancia,
y el granado sus frutos de corales.
En el rojo carmín de gayas flores
tiembla el fino cristal abrillantado,
y en su cáliz alados trovadores
se achispan con licor azucarado.
Libando el néctar que la flor encierra:
ebrios al fin modulan sus cantares
que en el vapor, aliento de la tierra,
se elevan de la gloria a los altares
a los bucles del árbol que Dios riza
hilos de escarcha míranse enlazados,
hilos de escarcha que al mecer la brisa
un regio sol convierte en opalados.
Extiende el mar alfombra de cristales;
cintas de plata el gemidor riachuelo,
y la tierra sus pompas virginales
mira al espejo que la ofrece el cielo.
El espejo le dice que es hermosa;
ella feliz perfuma sus pensiles,
y su seno de novia pudorosa
acarician los jóvenes abriles.
De su cándido amor la esencia pura
brinda la virgen con sin par terneza,
porque su amor excede a su ventura,
y su ventura excede a su belleza.
Aun no lastima el azadón su entraña,
aun no hay Diciembre de tristeza lleno.
ni de Adán el sudor su rostro empaña,
ni la sangre de Abel mancha su seno,
ni recibir cadáveres espera,
ni el rimbombar del rayo la estremece,
ni bebe aún la lágrima primera,
ni la mano del tiempo la encanece.
II
Mundos de luz en el etéreo espacio
donde el Ser poderoso
tiene excelso palacio,
giran y arroja el sol esplendoroso
un torrente de chispas de topacio.
De ese sol en la cúpula brillante
el Artista Supremo
inclínase anhelante,
y en la fruición de su placer extremo
sonríe al ver la tierra exhuberante.
Contempla más la obra primorosa
que tierno ha bendecido
con mano cariñosa,
y cansado de ver queda dormido
sobre el crespón de nube vaporosa.
Soñando ve que entre vapor se eleva
fantástico, risueño,
ángel de forma nueva,
y embebecido en tan precioso sueño
forma el Señor a la preciosa Eva.
Y de amor y de hechizos rebosando
dio principio a su historia
una mujer, brotando
del Fiat creador que balbució soñando
el Poeta Supremo de la gloria.
Despierto ya de su soñar prolijo
admiró a la hermosura,
y entusiasmado dijo,
en un arranque santo de ternura:
de una Hermosa mujer quiero ser Hijo.
III
Lindo vergel encantado
más que terrenal celeste
por el Eufrates regado
y por el Tigris bañado
está del Asia al Sudeste.
La Omnipotente creadora
dejó a la tierra caer,
de su mano bienhechora,
los encantos que atesora
el encantado vergel.
Divina, hasta la quimera,
formó el Señor de improviso
esa divina pradera,
para que allí residiera
el ángel del paraíso.
Tan rico pensil mantiene
en sus bosques de azahares,
do a jugar el aura viene,
la dicha, que allí perenne
dejó entre rosas sus lares.
Junto a ese Edén soberano,
emporio de encantos mil,
es triste el Syonah tebano,
triste el oasis africano,
triste de Dafne el pensil.
Que el placer se diviniza
en aquel nido de amores,
donde tiene una sonrisa
el aliento de la brisa
perfumado por las flores.
No el cano tiempo la huella
pone de sus plantas graves
en esa mansión tan bella,
porque el reloj que hay en ella
es el trino de las aves.
Dios, en fantástico sueño,
lleno de amor e idealismo,
ese pensil tan risueño
lo formó con arduo empeño
excediéndose a sí mismo.
Al hacer la gloria nueva,
los goces que de ella salen
a todas horas , renueva,
para que las horas de Eva
sonriendo se resbalen.
IV
En su lecho de rosas sin espinas,
destrenzada la hermosa cabellera
y desnudas las formas peregrinas,
duerme inocente la mujer primera.
Narcotízala sueño delicioso;
y su aliento riquísimo de aroma,
un movimiento imprime voluptuoso
a su túrgido seno de paloma.
Y de su rostro el óvalo divino
sombrean apenas las pestañas rizas,
y el carmín de su labio leporino
perlas prodiga al prodigar sonrisas.
Los negros bucles que rizó natura
contraste forman con la nivea espalda,
y su breve, ternísima cintura
de un querubín cupiera en la guirnalda.
Y sus trémulos pechos inflamados
placer provocan y al deleite incitan,
y sus brazos y muslos torneados
del frágil hombre los deseos irritan.
Porque atesora hechizos incitantes,
y está en su desnudez tan hechicera,
que al contemplar sus formas irritantes
la misma castidad se conmoviera.
Mucho provocan su redondo cuello,
el tinte que enrojece su mejilla,
y el crespo copo de sedoso vello
do el azabache entre la nieve brilla.
Su tez de raso fresca como rosa,
es más limpia que rayo de la luna,
porque hizo Dios a Eva tan hermosa
como no es ni será mujer alguna.
De belleza ideal tipo perfecto
no hay en la gloria un ángel como ella,
pues plugo a Dios formarla siu defecto,
que al fin para eso la soñó tan bella.
V
Rasga el éter su cortina
diamantina;
cesa de la gloria el coro,
y ángeles abrillantados
con luz del iris bañados
descienden en lluvia de oro.
Y rebosando contento
en el viento,
bajan aquí de improviso,
porque les dio la misión
Dios, de hacer un corazón
al ángel del paraíso.
Forman un círculo ingente
al frente
de la virgen sin vestir,
y reflexivos y graves,
con voz de música de aves,
comienzan a discutir.
¿Cómo un corazón formar
sin par?
y van y vienen razones;
porque anhelan, con razón,
hacer a Eva un corazón
mejor que sus corazones.
VI
Ardiendo en baja, rastrera ira,
el ángel réprobo que osando ser
más que el Dios alto que el cielo admira
por su soberbia maldito fue.
Aquel que lleno de luz de cielo,
en las tinieblas su luz bañó,
porque audaz dijo con loco anhelo,
lleno de orgullo: ¿Quién como yo?
Aquel soberbio que en su demencia
del Dios eterno quiso el poder,
y hoy se retuerce con la impotencia
bajo el escudo de San Miguel;
aquel lucero de luz de aurora
que del infierno cayó al nadir,
y que ángel antes, demonio ahora,
en noche eterna rabia infeliz;
aquel de orgullo genio fecundo,
antes luz bella, ahora Luzbel,
que en guerra vive con Dios y el mundo
porque en orgullo su infierno fue;
aquel que en trono de fuego brilla,
aquel soberbio rey infeliz,
aquel vencido que no se humilla,
aquel que nunca deja la lid;
ese ángel malo su ira subleva,
que el coro de ángeles mira bajar,
y mucho teme que el ángel-Eva
al hombre que odia feliz hará.
Mas luego en gozo su ira transforma,
un plan inícuo le hace reír;
recobra de ángel su antigua forma
y al grupo angélico viénese a unir.
VII
Tras de larga discusión
el coro alado convino
en tomar sin distinción
lo mejor, lo más divino,
para hacer el corazón.
*
Un ángel luz de la aurora
puso en el regazo tierno
de la virgen seductora;
y la majestad traidora
sombra puso del infierno
azucena blanca, ilesa,
otro ángel el seno echó;
y ei demonio con presteza,
para manchar su pureza,
iracundo la escupió.
Otro ángel llegóse luego
y un ampo de castidad
puso allí con gran sosiego:
pero de lujuria el fuego
echó el rey de la maldad.
De no me olvides la flor,
orgullo de la pradera,
puso un ángel con amor;
y Satán en su rencor
le mezcló la adormidera.
Un suspiro de ternura
y lágrimas de consuelo
puso un ángel de ventura,
y el genio de la amargura
puso de crueldad el hielo.
Vino un ángel candoroso,
y echó la sinceridad
en el seno primoroso;
pero el demonio envidioso
puso allí la falsedad.
Linda gota de rocío,
que temblaba en un clavel,
puso un ángel; y el impío
Lucifer, lleno de hastío,
echó una gota de hiel.
Puso un rayo de esperanza,
que contra la pena escuda,
un ángel de venturanza;
y Satanás sin tardanza
sopló el fuego de la duda.
Un ángel, lleno de unción,
vino a poner con violencia
sacrosanta abnegación;
y el demonio con fruición
arroja allí la exigencia.
Un céfiro recogido
del bosque en las soledades,
puso un ángel bendecido;
y Satán mezcló atrevido
un puño de tempestades.
En suma, el coro precioso,
cuanto halló de bello y noble
dio al corazón; y envidioso
puso el ángel rencoroso
cuanto halló de vil y doble.
*
Cumplieron ya su misión
los ángeles, y por eso
uno con santa emoción
besó a Eva al corazón;
y Satán le dio otro beso.
Terminada así la historia,
ningún ángel emprendía
el vuelo; porque es memoria
que amaron más que a su gloria
a la vestal que dormía.
Pero al fin a su morada
triste el grupo se elevó,
y dando una carcajada
la majestad endiablada,
en el infierno se hundió.
VIII
Despierta la sultana de las flores,
la artística beldad, el ser divino,
y ve brillar sobre el azul ingente,
en mares de colores,
de regio sol la fecundante frente.
Plumados trovadores
nadando en el espacio cristalino,
con canto diferente
de Eva saludan el feliz destino.
*
Sin tempestad la copa del Oceano,
la rosa sin abrojos,
y sin nubes un cielo soberano
se ofrecen de la virgen a los ojos.
*
Su terrenal Edén placer le inspira,
y exhalando ternura,
virgen como ella la creación admira,
a la virgen-creación, como ella pura.
Y su mirada tiende
por los prados, los mares y montañas,
y todo la sorprende;
pero sintiendo que su planta besa
un lago que se duerme entre espadañas,
inclina la cabeza,
y al ver su rostro impreso
de ese lago en los límpidos cristales,
inflamada de orgullo hasta el exceso,
exclama en sí gozándose:
soy más hermosa yo que todo eso,
y permanece estática admirándose.
IX
Allá en lontananza resuena un silbido
agudo, siniestro, que infunde terror:
el ave medrosa se oculta en su nido,
temblando en su broche se oculta la flor:
Silbido que helara de espanto al infierno:
semeja al silbato que sopla tal vez
el rey de la sombra allí en el averno,
llamando a las furias en torno de él.
Silbido que oigo a veces soñando;
silbido que finge fatídica voz
de locomotiva, que vuela llevando
las almas precitas que Dios condenó.
Horrible serpiente con furia le arroja,
reptil que se arrastra en lenta espiral,
y en marcha tortuosa ya plega o afloja
de anillos jaspeados la serie fatal.
Su chata cabeza, horrible, aplastada,
encubre prudencia y astucia a la vez:
congela su aspecto, y tiene erizada
de granos menudos la gélida piel.
En torpe bostezo histérica mueve
saeta que oculta ponzoña letal;
sus ojos pequeños, redondos, en breve
instante fascinan, matando quizá.
Reptil asqueroso que el alma horroriza,
y seca a su paso la púdica flor,
y deja por huella zigzag de ceniza
y vuelve tabaco del musgo el verdor.
Se acerca el enorme, gigante gusano,
al sitio do se halla el ángel-mujer,
que viene a dar cima, astuto e insano,
a la obra maestra del ángel Luzbel.
La horrible serpiente, callada, medrosa,
se enreda en el tronco de un árbol gentil,
y hablando a la virgen con voz melodiosa,
entabla con ella un diálogo así:
X
—¿.Por qué con tu propio halago
te muestras, Eva, orgullosa?
—Porque me vi muy hermosa
en el cristal de ese lago.
—No te negaré, criatura,
de la misma gloria emblema,
que tu hermosura suprema
excede a toda hermosura;
que Dios te arrojó del cielo,
mansión divinal de arcángeles,
para evitar a los ángeles
las consecuencias del celo.
Y hasta ese sol tan ufano
que alumbra la azul esfera,
robarse el fuego quisiera
de tu mirar soberano.
¿Ves de ese campo el tesoro
riquísimo de esmeralda,
y las flores que en su falda
abren sus broches de oro?
Pues envidian los colores
que tiñen tu faz preciosa,
porque eres tú más hermosa
que el sol, el campo y las flores.
—Serpiente de dulce acento,
¿qué yo soy tan peregrina?
—Eres, Eva, más divina
que la luz del firmamento.
¿Pero de qué a tu inocencia
sirve ese don sin afeite,
si no gozas el deleite
del árbol que da la ciencia?
Di, mujer, ¿para qué quieres
con Adán a cada instante,
una existencia ignorante,
monótona. y sin placeres?
¡Oh! si probaran los dos
ese fruto deseado…
—Dios ese fruto ha vedado.
—Envidia que tiene Dios.
El fruto que no conoces,
escondo en cáliz de flores,
el amor de los amores,
el delirio de los goces.
De vida germen fecundo,
mar de ternura sagrado,
es un lazo destinado
para encadenar al mundo.
Es la luz, es el consuelo,
porque a dos almas unidas
eleva desfallecidas
hasta las puertas del cielo.
—Pero el fruto está maldito.
—Porque es fruto de ilusiones
que en dulcísimas fruiciones
hace gozar lo infinito.
Y ese fruto te asegura
que el hombre a quien hoy te humillas
adorará de rodillas
el poder de tu hermosura.
—¿Cierto es que ese fruto encierra
tantos bienes?
—Eva hermosa,
pruébalo y serás la diosa
en el altar de la tierra.
Y ya que altares te erigen
tus gracias, cumpla al destino,
ángel de origen divino,
elevarte hasta tu origen.
Que al mismo Dios, no te asombre,
aunque eres débil mujer,
disputarás el poder,
—Me voy a tentar al hombre.
XI
Blanca vestal inocente,
raudal precioso de hechizo,
gacela del paraíso
que fascinó la serpiente.
lAyl el demonio inclemente
en sus infames antojos,
tu pensil trocó en abrojos,
y al robar tu bella calma
te dejó luto en el alma,
te dejó llanto en los ojos.
Paloma de níveo seno
y de ternísimo arrullo,
que el demonio del orgullo
alimentó con veneno.
Luz que reíleja en el cieno,
virgen que de amor te llenas
y el corazón enajenas,
para obtener por tributo
con el placer de un minuto
amargas horas de penas.
Lago de amor, te enturbiaste;
esperanza, te perdiste;
vapor, te desvaneciste;
iris, te desbarataste;
lucero, te desquiciaste…
¿Por qué es la hermosura, di,
tu perdición? ¿Por qué así
te ocultas, luna preciosa?
¿Es crimen nacer hermosa?
¡Pobre mujer! ¡ay de ti!
Ánfora de rica esencia
que inmundo reptil quebró,
llama de fe que apagó
repugnante descreencia.
Arcángel de la inocencia,
que vil lascivia convierte
en escarnio de la suerte;
mujer de Dios bendecida,
que das al amor la vida
y el amor te da la muerte.
Ave linda que tu aliento
exhalas en dulce trino;
flor que a merced del destino
vuelas en brazos del viento.
Perfume del sentimiento,
soñadora cuyo encanto
se disipa en el quebranto,
que en fantásticos crespones
duermes con las ilusiones
y despiertas con el llanto.
¿De qué al hombre le sirvió
el libro de la verdad,
que en aquella soledad
el ángel Raziel dejó?…
El hombre no puede, no,
resistir a tu poder,
y con inmenso placer
el hombre encuentra en tu gracia
su desgracia y tu desgracia.
¡Pobre Adán! ¡Pobre mujer!
XII
Ved aquí a la mujer: nació de un sueño:
el demonio y los ángeles formaron
su corazón, y con fatal empeño
de virtudes y vicios la llenaron.
Infierno se volvió su Edén risueño,
de su pensil las flores se agostaron,
que en liga criminal con la serpiente
tentó al esposo y enlodó su frente.
Virgen que al hombre con placer seduce
por el placer de verse seducida;
arcángel que al abismo nos conduce,
demonio que a la gloria nos convida,
espejo de ilusión que reproduce
el desencanto horrible de la vida,
abrojo punzador, fragante rosa,
lindo poema que termina en prosa.
Reina si niega; al conceder, esclava;
se conmueve y es dura como roca,
es su amor tan ardiente como lava,
y su desdén glacial fiebre provoca.
Modesta es; la vence quien la alaba;
cobarde es; pero se atreve loca,
y al verse sorprendida en el delito
negándolo, su aplomo es inaudito.
Soñadora ambiciosa y exigente,
elige lo peor siempre que escoge:
su corazón conquisla quien la miente,
y quien la adora, su desdén recoge;
porque embustera y a la vez creyente
la vil lisonja con bondad acoge,
y aunque el fuego del genio la fascina
la cachaza del tonto la domina.
Sublime en su dolor, falsa en su llanto,
mártir-verdugo, ser incomprensible,
ángel-demonio de celeste encanto;
modelo de bondad, y aunque sensible,
¡ay del que la ama con pasión! que en tanto
expira, por su amor, ella insensible,
con el tormento insoportable juega
del infeliz que el corazón le entrega.
Divina flor que oculta en su corola
ampolleta de miel envenenada,
que el jugo de sus labios de amapola
es fuego para el alma enamorada:
víctima pura que el deleite inmola
en el altar de Astarte depravada;
mas de tal sacrificio en el misterio,
el secreto se esconde de su imperio.
Que a sus pies el amante se arrodilla
implorando un favor que la envilece,
y aunque el amor del hombre la mancilla,
cuando su amor no premia, lo agradece:
un acto fisiológico la humilla;
pero el fruto de ese acto la enaltece,
y si fue hija quizá loca y variable,
es la madre sublime y admirable.
Sibarita insaciable en la opulencia,
en la desgracia resignada y noble.
Débil que de la suerte la inclemencia
sufre con fuerza de gigante roble;
conjunto de perfidia y de inocencia,
amiga buena, pero amante innoble;
pizarra es su corazón de fuego
y en él escribe lo que borra luego.
Hija del sueño, la verdad la mata;
es nula su razón; grande su instinto;
ama por gratitud; pero es ingrata;
foco de luz, de sombra laberinto;
paloma humilde; pero a veces gata;
y siempre igual, versátil ser distinto:
misterio santo que el demonio explica,
rica en pesares, en placeres rica.
La lisonja servil es su elemento
sin que el incienso adulador la obligue,
que lo que no conquista el rendimiento
con el desdén a veces se consigue;
venero de ternura y de tormento,
demonio tentador que el hombre sigue;
ángel de paz, emblema de concordia,
germen precioso de fatal discordia.
Humilde sierva con poder ingente,
álbum sagrado por Satán escrito,
casto rayo de luz, fuego candente,
cáliz que emponzoñó labio maldito:
fue deshonesta, cuando fue inocente,
y nació su pudor de su delito:
le dio la castidad blancas guirnaldas
y en el lecho de Adán cayó de espaldas.
Pero si Eva infeliz condena al hombre
redime al hombre la Mujer María.
¡Bendito sea de la mujer el nombre!
sin la mujer el hombre ¿qué sería?
todos somos por ella, no os asombre;
porque, en fin, la mujer es noche, día,
es venero, bezoar, Alpha y Omega,
faro que alumbra, resplandor que ciega.