En aquel tiempo, cuando sobre el nuevo mundo
Dios inclinó su rostro, la palabra
Era capaz de detener el sol
Y destruir ciudades.
Si la palabra navegaba por los aires
Como una llama rosa
El águila no agitaba sus alas
Ni las estrellas temerosas se quejaban a la luna.
Hubo días para la vida baja
La vida silvestre y cotidiana
Pues el precepto cuando es sabio abarca
Todos los matices de la razón.
El longevo profeta que ha conquistado
Para sí la maldad y la bondad
Dudando dirigirse al espíritu
Escribió la ley sobre la arena.
Hemos olvidado que de todas las zozobras humanas
Sólo la palabra se encuentra iluminada
Y que en el Evangelio de San Juan
Está escrito que la palabra es como Dios.
Los hombres le hemos impuesto fronteras
Límites indigentes y pobres
y cual abejas
Las palabras muertas huelen mal.
Versión de Jorge Bustamante García