¡Mirad!, ya la tarde fenece…
La noche en el cielo
despliega su velo
propicio al amor.
La playa desierta parece;
las olas serenas
salpican apenas
su dique de arenas,
con blando rumor.
Del líquido seno la luna
su pálida frente
allá en occidente
comienza a elevar.
No hay nube que vele importuna
sus tibios reflejos,
que miro de lejos
mecerse en espejos
del trémulo mar.
¡Corramos!… ¡Quién llega primero!
Ya miro la lancha…
Mi pecho se ensancha,
se alegra mi faz.
¡Ya escucho la voz del nauclero,
que el lino despliega
y al soplo lo entrega
del aura que juega,
girando fugaz!
¡Partamos! La plácida hora
llegó de la pesca,
y al alma refresca
la bruma del mar.
¡Partamos, que arrecia sonora
la voz indecisa
del agua, y la brisa
comienza de prisa
la flámula a hinchar!
¡Pronto, remero!
¡Bate la espuma!
¡Rompe la bruma!
¡Parte veloz!
¡Vuele la barca!
¡Dobla la fuerza!
¡Canta, y esfuerza
brazos y voz!
Un himno alcemos
jamás oído,
del remo al ruido,
del viento al son,
Y vuele en alas
del libre ambiente
la voz ardiente
del corazón.
Yo a un marino le debo la vida,
y por patria le debo al azar
una perla -en un golfo nacida-
al bramar
sin cesar
de la mar.
Me enajena al lucir de la luna
con mi bien estas olas surcar,
y no encuentro delicia ninguna
como amar
y cantar
en el mar.
Los suspiros de amor anhelantes
¿Quién, ¡oh, amigos!, querrá sofocar,
si es tan grato a los pechos amantes
a la par
suspirar
en el mar?
¿No sentís que se encumbra la mente
esa bóveda inmensa al mirar?
Hay un goce profundo y ardiente
en pensar
y admirar.
en el mar.
Ni un recuerdo del mundo aquí llegue
nuestra paz deliciosa a turbar;
libre el alma al deleite se entregue
de olvidar
y gozar
en el mar.
¡Prestos todos!… ¡Las redes se tiendan!
¡Muy pesadas las hemos de alzar!
¡Prestos todos, los cantos suspendan,
y callar
y pescar
en el mar!