Las flores de zapallo corren por el aire y por la tierra como una enredadera de bengalas; mi madre las siega, las pone en el cesto; de pronto, se estremece, queda inmóvil; pero, huye hacia la casa; y pronto, un aroma a óleo y a almuerzo recorre la casa. Estoy sentada en el comedor, trazo mis deberes,tendré que cruzar el campo, que ir a la escuela los platitos y las tacitas, en línea, como calaveras de nenas recién nacidas.
Surge un diablo; se para a mi lado. Mi madre desde allá nota que hay algo extraño entre las paredes; acude; él se oculta; ella va hacia el jardín, dice algo por disimular; luego arriesga: Creo que aquellos están otra vez; hoy vi uno en el zapallar.
Yo nada digo; ella vuelve a su fuego y a sus flores. Él surge de nuevo, se para a mi lado es oscuro, hermoso, alto casi como un hombre; me mira, me dice que me quiere, que va a ir conmigo por el campo.