Nunca hubo una idílica estación
cuando los hombres tomaban del mundo nada más
lo necesario
La fruta
El paseo del ojo entre la hierba
La paz nunca rompió las ásperas ligas del mundo
Siempre un gesto de violencia
al desprender el tallo
y pronunciar la O rotunda, del hambre sobre la pulpa
El cazador apostado
el ojo móvil
perfumando la flor de sangre de la presa
No tuvimos que esperar el mundo dividido
para escuchar puñales trizando el alba
Ahora mismo
Dios tiene necesidad de un ángel
¿No escuchas
el corno de caza
el tropel de la caballada y los ladridos?
Estás en el coto del rey
¿No te das cuenta?
Es a ti a quien persiguen los lebreles