Lluvia de acero taladra la noche de chapas.
Gotas de plasma resbalan el quirófano de cristal.
Olor a cadáver esponja los vastos pasillos.
Linternas sangradas velan bisturíes.
Batas de nieve enarbolan estrictas agujas,
Clavan en los muslos la fláccida calma.
Retinas dolientes imploran futuro.
Crepúsculos de fiebre enardecen las muñecas.
Entre sábanas verdes croar de bacterias,
Entre hiedra filosa los cuerpos derrochados.
Oleaje de arena debajo de los vientres.
Debajo de la piel vértebras de hastío.
Paraísos perdidos se pueblan de flores,
Se llenan de caballos, de viento salvaje.
Paraísos perdidos se pierden para siempre.
Sombras de cipreses propagan las sombras.