A Juan Ramón Jiménez,
que ha llenado la noche como una luna
Bet
Para esta hora, dulce y pura, en que la ciudad es semejante a un buque que ha
descargado toda su mercancía y reposa; para esta hora, leve y clara como un
turbante nuevo.
En que las calles no tienen escollos para el caminante y están exhaustos los senos
de los vicios: en que el vicio nocturno y el deseo que ha estado gimiendo todo el día,
rinden su cabeza como un niño cansado de llorar.
Para esta última hora, dulce como una tregua, en que los leones del deseo se
arrodillan, dóciles como bueyes, ante el próximo día; en que, no hay vino para los
borrachos ni carne para los lascivos y una pureza de Ramadán se introduce en el
corazón de los viciosos.
* * * * *
Dalet
Y, como los perfumes vertidos en la noche; como el amor encendido en la noche;
semejante a la antorcha que se ha de apagar en el alba, pasaremos fugaces e ignorados,
mientras tú brillas en medio de los cielos serena e impasible, cual una concubina con
tu regazo abierto como una red dorada.
* * * * *
Guimel
Como un sueño es la noche y como una embriaguez; también como una locura.
Como el pino destila la resina, así el corazón de la noche destila la locura, porque
la noche es la buena hermana de todos los brebajes que trastornan y exaltan y en
sus opacas galerías se escancian los licores preciosos que dan a los hombres efímeros
reinados.
Ella marca la hora en que las drogas venenosas, frías y pesadas como ofidios, salen
del fondo de sus estuches y en que otras drogas, no menos venenosas, la lascivia y el
crimen, se remueven en el corazón de los hombres.
Y ella misma, la noche, tiene una droga formidable: la luna; la luna, amarillenta como
el cáñamo del hachís; la luna, seductora y hechicera, que dora las fuentes y hace cantar
a los sapos como ruiseñores y hermosea a todas las mujeres.
* * * * *
Lamed
Del amor que en la noche se muestra libre y sin caretas y sonríe ingenuamente como
un perdonado; del amor que en la noche no necesita esconderse como durante el día.
Del amor que en la noche halla las vías francas y está perdonado y redimido de todas
las angustias del día.
Del amor que en la noche es infantil e ingenuo como en la antigüedad y cambia abrazos
tan puros como los de los niños fajados.
Del amor que en la noche es humilde y contentadizo y tiene los ojos optimistas y las
manos ligeras, prontas a enlazarse.
Del amor, que en la noche implora con dulces inflexiones y se dobla fácilmente sobre
sus rodillas.
Del amor, que en la noche es pródigo y generoso y florece como la albahaca, leve y
fresca, en el corazón de los hombres fatigados.
* * * * *
Vav
La noche tiene espejos profundos y opacos, en los cuales se refleja la verdad como
en un pozo.
Espejos diáfanos, claros y opacos, a la manera de los valles, en los cuales el más pequeño detalle resalta ante los ojos
y que tienen la inexorable serenidad de la conciencia.
Espejos claros y tranquilos, semejantes a las lunas que descubren los guijarros del sendero;
y ante los cuales el hombre libertino puede contar todas sus arrugas y la mujer impura todas
sus manchas.
Espejos lúcidos y diáfanos, en cuyo fondo cárdeno se reflejan frentes pálidas, mejillas descarnadas y ojos verticales
como abismos.
Espejos de reproches y de remordimientos, cuyos cristales se empañan de suspiros y que son como lunas veladas,
bajo el hálito frío de los infortunados.