Te encuentro lejanamente ausente, húmeda en silencios. Abriendo la memoria al viejo sillón desocupado de mi padre, con el alma perdida, amando lo que no está, lo que se ha ido.
Yo que te busco para hacer frente a mis problemas, para estar cerca de ti, en las noches de viento, en los ríos que desatan mis sueños.
Hoy quiero escuchar de nuevo tu corazón con alas y besar tus manos azules, como cuando era una niña y soñaba ser cielo para besar el mar.
El tiempo ha pasado y los caminos no son los mismos.
¿Cuántas veces hemos encallado el alma en los peñascos? ¿Cuántas veces por seguir una gaviota en vuelo, nos hemos perdido en los brazos elevados del cielo?…
Yo viajé abrazada a la luz, hasta convertirme en un hilo de luna.
Hoy sigo siendo tu pequeña, la que soñaba con registrar tus cofres llenos de poemas, la que corría detrás de las nubes, volando piscucha para atrapar a una estrella.
Aquella niña que estrenó su vida de un trago, la que escondía papelitos en los bolsillos de su padre y lloraba si se enfermaban sus muñecas, la que escribía frases de amor sobre tus árboles.
Por eso, Madre, te reservo el mejor sitio de mi vida, desde aquí verás pasar el tiempo sin nostalgia, en este mundo , que sólo tú y yo conocemos, este mundo de sueños y mañanas.