Mil novecientos setenta y cinco (22 de junio) de Amable Sánchez Torres

Desmigajando el tiempo
cual un pan mal cocido,
vago por estos rompeolas de Long Beach
mientras un sol equívoco anida en los mástiles de los veleros.
«Soy triste, luego existo», y de aquí parto
reconstruyendo lo poquito que me queda
de algunas inconsistentes convicciones.
Mi sombra se alarga y se adelgaza
hasta no ser ni sombra.
«Soy triste, luego…» y una
especie de añoranza de otros mares
me invade de repente. Los veleros
vuelven cabeceantes a sus dársenas.