Museo de Historia Natural de Guillermo Carnero

Encerrados en un espacio distante
perfeccionan allí la estabilidad de no ser
más que inmovilidad de animales simbólicos
la escorzada pantera, el mono encadenado
y la fidelidad que representa el perro
echado ante los pies de la estatua yacente;
adquieren aridez en la luz incisiva
bajo las losas de cristal del domo,
traslúcido animal que no perece.
La boa suspendida
por cuatro alambres tensos sobre cartón pintado
no es más que el concepto de boa.
Agavillados
bajo un domo distante, la memoria
les redondea el gesto, los induce
a la circunferencia imaginaria
en la que inscriben dentro de su urna
la suspensión del gesto, salto rígido
igual que las mandíbulas abiertas
gritan terror de estopa, agonía en cartón, violencia plana.
Agazapados tras una puerta distante,
cuando la empuja el simulacro vuelve
a componer su coreografía;
y un día han de invadir los bulevares
de la ciudad desierta, amenazando
la arquitectura fácil del triunfo
y el gesto de la mano que acaricia
la mansedumbre impávida de animales pacíficos.