A ese pequeño dragón que habita las calles del boulevard Los Próceres…
¿Quién deshizo tu vida con el fuego?
El secreto de la piedra o el hambre…
Niño moribundo en las ciudades, cuerpo desnudo que toca a nuestras puertas.
Es la hora de morir entre las llamas.
Es la hora de orar por el pan que no tendrás.
Con la lengua apretada y seca entre tus dientes, te dolerá la cara y los ojos
de tanto sostenerlos,
cogerás entre tus manos una antorcha y te aguantarás el miedo.
La tarde ha empezado y las llagas encienden de nuevo tus pulmones.
Te mojas con gasolina y los sueños crujen incendiando con un cerillo mi silencio.
Niño marginado y solo, es la hora de morir entre las llamas.
No madurarán los colores en tu campo…
¡Es la hora de rezar a Dios en las aceras!