No es nadie. La plaza está vacía. Los otros, ¿quiénes, viejo, son los
otros?
No es nadie. Es el error metiendo ruido, lima que te lima al otro lado
de la puerta.
Tienes que agarrarte a él, tú que no quieres sólo la verdad,
toda la verdad, la verdad entera.
No es nadie. Es una mañana, cualquier mañana henchida y satisfecha
creyendo que sólo con ser luz a sí misma se basta.
Miente.