no se doblega el halcón frente a las llamas color petróleo de la noche,
dónde está… díganme: la rodilla del halcón?
dónde entonces, un halcón genuflexo? o cuándo?
y qué hacer con él si no vuela?
si acepta de buen grado arder en el cielo nocturno, por siempre?
asteroide incandescente suspendido quieto,
meteoro que aguarda la voz de dios para seguir su derrotero…
– eso es el halcón –
los halcones no mueren sobre la tierra deciden caer inertes hacia lo alto, ya ves, que no existe el arriba o el abajo en el alto, abismal, cielo estrellado
los fantasmas vuelan en las sombras y no hay ciudad bien avenida que no tenga muertos que vuelen,
y no hay cielo por más mal nacido que no tuviere un halcón que en él, alguna vez, no haya girado… y girado
cuando el halcón hace el amor en su nido se vuelven de oro las ramas con las que el mismo está hecho, y de allí sale un arco iris de colores neutros… opacos,
que cruza hasta el amanecer la noche dejando en el aire puentes veloces de pasión y graznidos de sexo, de vértigo…
– eso, es el halcón –
Epílogo:
yo, Urruspuru, hice cetrería cientos de años atrás en tierras moras, y cabalgaba un desierto ocre que devenía en un mar celeste debajo de un cielo celeste sin horizonte visible posible, en donde mi halcón cazaba a la paloma de Pablo Picasso, que ya había nacido para ese entonces, cobarde, blanca, y de huidizos ojos rojos.