Del sol del verano Los rayos de fuego
calcinan la tierra,
Las horas transcurren y en lenta agonía
se abraza y consume la mustia pradera.
En la árida playa del próximo río
tan sólo hay enjutas y ardientes arenas;
vapores que se alzan de un fétido estanque,
brillando a lo lejos titilan y tiemblan.
En todo el espacio que abarca la vista
ni un alma se mueve, ni un eco resuena.
¡Que paz y que tedio! solemne el paisaje
de un gran cementerio la calma remeda.
De pronto en la línea del ancho horizonte
blanquísima nube surgiendo ligera
se agranda, se extiende, y en pocos instantes
entolda la esfera.
La atmósfera ardiente palpita de gozo
y el leve murmullo de brisa indiscreta
en prados y bosques esparce el anuncio
de próxima fiesta.
La anuncian distantes Los ecos confusos
del viento que vuela;
sutil, diligente, retoza en el prado,
se lanza a la aldea.
Recorre Las calles, tropieza en Los muros,
sacude Las puertas,
y en calles y prados exclama triunfante:
¡Ya vienen! ¡Ya llegan!
Y plantas y flores sacuden el polvo
y al goce se aprestan,
y en tanto, en la nube que entolda el espacio
retumba la orquesta.
Turbión de agua y viento que anubla el paisaje
con loco algazara chillando se acerca
y al soplo pujante se agita confusa
la vasta pradera.
Turbión de agua y viento que arrastra en sus giros
ramajes y flores, guijarros y arenas,
y en pocos instantes, sembrando el desorden,
transforma la escena.
Flexible y gozosa se entrega a su impulso
la inquieta arboleda,
y molles y sauces ensayan la danza
tendida a Los aires la gran cabellera.
Los troncos añosos, el bárbaro empuje
resisten apenas
con secos gruñidos, de bosques y prados
la suerte lamentan:
Pared piedrecillas de la árida playa,
¿sabéis, revoltosas, a dónde se os lleva?
¿queréis ver mañana cubierta de escombros
la hermosa pradera?
Las flores que al borde del fétido estanque
lucieron sencillas su blanca inocencia
¿qué harán si ese fango se agita y rebosa
de miasmas malsanos llenando la senda?
Al ave que el nido colgó de la rama
¿qué suerte le espera?
¿Qué hacéis, insensatos, trastorno y desorden
sembrando doquiera?
Y el viento, aturdido, con risa estridente
responde a sus quejas;
y en tanto en la nube que entolda el espacio
retumba la orquesta.
La danza prosigue. Mil gritos de orgía
se apagan por grados… La noche comienza…
y el campo, cubierto de fango y destrozos,
se envuelve en tinieblas.
¿Qué fue de las aves, qué fue de las flores,
qué fue de la hermosa, fecunda pradera?…
Tras noche de horrores se ve como siempre
surgir la mañana brillante y serena.
Vistiendo ropajes de frescos matices
las ramas se cubren de brotes y yemas,
el campo renace luciendo sus galas,
sus galas eternas.
Tal es ¡oh misterio! la ley de la vida
que todo renueva,
que el viento y la nube son fuerzas que a un tiempo
destruyen y crean.
Mas ¡ay! que esa aurora transcurre cual otras,
la pálida tarde de nuevo se acerca
y exhala en el fango confusos gemidos
el alma doliente de flores ya muertas.
Vosotras que, erguidas, alzáis a los cielos
la frente serena
¿sabéis por ventura lo que es la existencia?
¡Ah! triste el destino que cupo a las flores
Felices las piedras,
felices las rocas que ignoran la vida
que sienten apenas.
También cual vosotras ufanas un día
pasamos las horas forjando quimeras;
mas ahora… ¿qué somos? despojos humildes
que abonan el surco que el germen sustenta.
Brotar de la nada, sentirse inmortales,
soñar unas horas… volver a la tierra…
¡Oh ley misteriosa! continua mudanza,
¿cuál es tu grandeza?
Si el íntimo anhelo, perfume del alma
que sube a la esfera,
no alcanza otra vida; si sólo es engaño,
si sólo es quimera,
¡maldita mil veces! ¡oh madre! ¡oh Natura!
¡maldita mil veces tu vana tarea!