Nunca aprendemos de Alfredo Buxán

Porque el instante es todo, el beso
que se da es un lento disturbio,
un fantasma de ceniza:
si supiera durar sería fuego.

Anega en un frescor inesperado
la pasión de los amantes,
su ciega soledad.
Se disuelve sin más
y se nos muere
contra la fría losa de los labios.