Ora un dicho feliz picando el gusto
La plática sazona y regocija.
El grato cefirillo blandamente
Desplegaba jugando sus alitas,
Y ]as fibres campestres mil olores
Perfumando el ambiente difundlan.
Febo también, al fin de su carrera,
Por no turhar acaso nuestras dichaas,
Entre doradas y vistosas nubes
Sus ardorosos rayos escondIa.
Un profundo suspiro que del pecho
Se lanza involuntario, al fin me avisa
Que ya estoy en el campo, do sin pena
El aire puro y libre se respira.
Alzo los ojos, y en placer bafiado
Ansioso tiendo la explayada vista,
Y mil y mil objetos halagueños
A mis ávidos ojos se ofreclan.
Seguimos adelante y por doquiera,
Abundosa natura se rela,
Haciendo alarde del primor hermoso
Que ostentan sus riquezas infinitas.
AquI huella la planta sin saberlo
Una humilde y pequeña fiorecilla,
Que cogida a la mano y observada
Con sus bellezas y primor abisma.
El alto /ejocoi’e, entre mil hojas
De oscurIsimo verde, allI convida
A contemplar sus frutos, que agrupados
Muy más que el oro a centenares brillan.
Allá un manzano sazonadas pomas
De brilladora pürpura tefiidas
Majestuoso mece, y abundante
Sus ramos inclinando a todos brinda.
Un perd,z más allá, lieno de frutas
A sus derechas ramas adheridas,
Más que con sus colores con su aroma