Bendita sea la terrible belleza de Franz Kafka
creyéndose un insecto entre nosotros,
hasta su recuerdo acudo en busca de consuelo.
Mi cabeza es un volcán que nunca duerme,
junto a mí todo es hoy El jardín de las delicias
pintado por El Bosco.
Nada entiendo.
Estoy subida en el tejado,
ya no leo los periódicos,
leer la prensa cada día,
es abrir una pequeña tumba de papel.
No sé quién soy.
El siglo a mi alrededor es incomprensible.
En aras del método,
hemos abandonado la búsqueda de la belleza.
Nos estrellamos