Horas alegres que pasáis volando

Horas alegres que pasáis volando
porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
sabrosa noche que en tan dulce afrenta
el triste despedir me vas mostrando;

importuno reloj, que apresurando
tu curso, mi dolor me representa;
estrellas con quien nunca tuve cuenta,
que mi partida vais acelerando;

gallo que mi pesar has denunciado;
lucero que mi luz va obscureciendo;
y tú, mal sosegada y moza aurora;

si en vos cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
si no puede ser más, siquiera un hora.

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Ponzoña que se bebe por los ojos

Ponzoña que se bebe por los ojos,
dura prisión, sabrosa al pensamiento,
lazo de oro crüel, dulce tormento,
confusión de locuras y de antojos;

bellas flores mezcladas con abrojos,
manjar que al corazón trae hambriento,
daño que siempre huye el escarmiento,
minero de placer lleno de enojos;

esperanzas inciertas, engañosas,
tesoro que entre el sueño se parece,
bien que no tiene en sí más que la sombra;

inútiles riquezas trabajosas,
puerto que no se halla aunque parece;
son efectos de aquel que Amor se nombra.

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Qué aprovecha, señor, andar buscando

¿Qué aprovecha, señor, andar buscando
hora el puerco montés cerdoso y fiero?,
¿qué aprovecha seguir ciervo ligero
ni con hierba crüel andar tirando?;

¿qué aprovecha, señor, ir remontando
la garza con halcón muy altanero?,
¿qué aprovecha, señor, tirar certero
allí una liebre, aquí un faisán matando?;

si va siempre tras vos vuestro cuidado,
si en el alma lleváis el pensamiento,
si estáis asido dél cuando más suelto,

si traéis el pensar tan regalado
que donde estáis más libre y más contento
a las presas andáis con él envuelto.

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En esta hora apaciguada y dulce

¿Sabes que soy muy pesada de manos? Me gusta
pegar; creo que acaricio y dejo una mancha. Las mu-
chachas que viven conmigo dicen que mis palomas
(las manos) son en verdad gavilanes…

(Carta de Gabriela Mistral a Manuel Magallanes)

Manuel, esta es mi carta XXVI
y sigo disfrutando este hablarte.

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Poemas tatuados

I

Zaida se confunde por los caminos de Dios
con mi manto de pelusa cenicienta
que revolotea sobre nuestro liso cuerpo de cobre
mientras por debajo del velo
me hablas de amor.

II

La escritura de mi cuerpo
es una rica capa con hombreras
a la moda de Bagdad.

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Cree el hermoso

Cree el hermoso
que la vida es hermosa
que el fluir de sus favores
abarca a todo el mundo;
pues él tiene un carácter
como el vino tras ser mezclado,
y una belleza que no la hay más dulce
en toda la creación;
su rostro es como el sol
que atrae a los ojos de su hermosura
y los ciega con el exceso de su fuerza.

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Café Blanche

Creyendo que la mejor cura contra la melancolía

eran esas superficies radiantes y abiertas

fuiste hasta las memorables ruinas

y viste la estatua de basalto

que del cuerpo de Antonio hicieron.

Grecia era el testimonio, bajo esa copiosa

y virulenta luz, de cómo solo lo externo

tiene propia existencia.

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Días de Junio

Una brisa intermitente

alivia los húmedos días de Junio.

El vecindario entra y sale de los cafés

y los turistas abren la boca

ante las maravillas.

Nosotros, los habitantes de este mundo,

recorremos las calles

esperando encontrar,

quizás,

un hombre o una mujer con quienes hablar

de cosa distinta al dinero

o engrosamos las filas

de unos aficionados a las danzas folklóricas.

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El zócalo

Esta mañana he visto una España Imperial

desconocida, no imaginada por Felipe Segundo.

Hernán Cortés supo que fundaba en Tenochtitlán,

la Nueva España, la única heredera

de Isabel y Fernando.

La inmortal y corrupta España vive en México

y el zócalo es su espejo y memoria.

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La patria

No pierdas el tiempo buscando la patria.

El dinero no la requiere y su lengua es usura.

La patria es el habla que heredaste

y las pobres historias que conserva.

Tu abuela, en el zaguán, ciega ya la memoria,

meciendo los años de sufrimiento y desdichas.

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Construimos

Construimos los castillos
y la arena se movía
con cada marea
se derrumbaban ambiciosos proyectos
y cada tarde diáfana
las romerías se acercaban
palas y manos
dedos y collares
para construir las murallas
y luego otros castillos
que a la noche
—tocada de espantos—
el mar barría sin ruido alguno
nada más aquel necesario
para acercarse a la muchedumbre
y trastocar los cimientos
de los seres que afanosos
aún creían en su grano de arena

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Regalame

Regalame tu vestido
bordado de apocalipsis
para vestirlo en mi entierro
en que iré cargando las prótesis
de mis buenos augurios
a donde morarán nunca
junto a las vírgenes silentes
custodiadas por ángeles andróginos

Embriadas las imágenes
emularán desde la raíz de su tiempo
los pasos del féretro
hacia la feria celestial

Quizá allí envidien tu vestimenta
que me colocaré con jaulas de pirañas
para abalanzarme
entre los mercaderes de caimanes
y tal vez así
reine
de una vez por todas
en la morada
donde el tríptico de la vida
no sea más que un brete sempiterno

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Tengo

Tengo el tiempo luctuoso
petrificado en las venas
en anaqueles
y fantoches

La orfebrería de sus continentes
renace y se va
en cada paso de día
que languidece
entre los árboles del cielo

Tengo el hambre de luz
grabado en la arcilla
y levanto los adoquines
para encontrar aunque sea
una burbuja milenaria de sustento
entre las piedras del camino

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Una ventana

Una ventana puesta al revés
llegará a ser la expresión
más nítida del universo

El tálamo donde se incuben
los centauros que alzarán
las columnas de fuego
para detener los cuatro vientos
en un esquizofrénico octubre

De cabeza
como el mar embravecido
irrumpe en la dermis bronceada
y descubre la catedral silvestre
para llevarla al fondo marino

A tientas las naufragadas naves
abrirán sus labios
para darle su verdadera razón
a la incomensurabilidad de lo estoico:
lo que no concuerda con nada

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