Eunicianas (III)

Eres como uno de esos aguaceros soleados
del trópico húmedo
cayendo grecolatinamente sobre el verbo.
Eunice.
Suma poética,
poesía multiplicada.
Hirsuta de colibríes nutricios.
Exégeta de asombros.
Altiva, leal, bravía,
sensualera y dulcísima.
Asceta dispendiosa.

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Madrigales (I)

Puñados de avena tiro al aire,
amapolas al fuego,
desde que te he visto, amado;
la dulce ranciedad del higo pruebo,
y gimo,
y sorbos de agua bebo.
Y río y canto
y danzo hasta morir,
y me deleito
de la tierra que piso,
y todo es a mi voz
sonido y eco;
y loca me euforizo
y palidezco.

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Alunizaje

Lúcido en la tiniebla de un momento
de ser -ya sido- en inicial viraje,
arranca de raíz mi pensamiento
-tan joven como antiguo en su linaje-.

Ráfaga a grupas de un saber, aliento
-del polvo hostil es rescatado viaje-,
emite luz, muy cerca a lo que siento
del más nocturno azul de alunizaje.

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Arbol del Bálsamo

A ti vuelvo y en ti buscando aliento;
-Isla del sol- o de mí noche de estrellas,
si heridas me restañas y alma sellas
es techo y heredad, tu sentimiento.

Un átomo de amor en las centellas,
o la virtud más dulce, yo presiento:
diosecillo de luz, mi pensamiento
en ti árbol grabó, sus tiernas huellas.

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De olvido (II)

Tu imagen enlutada y pasajera
roza el leve sentir de una amargura…;
y aunque en ella yo viva prisionera,
mi vida es un no-star en la ternura:

-afán que nunca llega hasta su vera-
si un ir inmotivado en mi presura,
me diluye, me escapa a la atadura
del tiempo, en ceguedad de lo que fuera:

-tal vez- sólo el mirar de la dulzura;
el más leve matiz en primavera:
la luz, la flor, la imagen que perdura;

desde mi hondón mi ser te configura,
-cerca o distante- el alma es heredera,
de ese súbito albor, de noche oscura…

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La mariposa

En el jardín de plenilunio lleno
su tríptico de pétalos se posa,
con la fijeza de una mariposa
que congelara en flor su desenfreno.

Tiene en su cáliz de candor un pleno
aire más fino que nevada rosa,
y del perfume, doncellez premiosa,
la suave gala de blancor sereno.

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La noche

Criatura entre otros ‘egos’ desligada,
la noche, en concreción de lo inconcreto
-al no ser la materia resignada-
cuelga de un mundo en su dolor concreto…

Desnace tras la luz, finge el secreto
de verse en el vacío, cuando nada
-si no la levedad del esqueleto-
la equilibra dejándola creada…

Lo infinitesimal que la descifra,
centra -con voz armonica la cifra,
que a su esférica forma la resuelva…

Y en lo posible, o imposible, vaga
-con sus ojos sin luz- yendo a la zaga
de la inviolable lumbre que: ¡la envuelve…!

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Ocaso

La luz en pie de Ocaso compagina
al del Oro sangrante de la rosa;
y suma cardinal y milagrosa
al viraje del sol en la colina.

La fuga de las cosas se adivina:
diríase una escala luminosa,
por donde asciende el aria jubilosa
que al corazón de la floresta afina…

Más la tregua de un día pajarero
– en nidales de celo y alborozo-,
elige permanencia en el alero…

Y un éxtasis de dicha se presiente
-al expirar un ágave gozoso-,
¡tal un místico albor, en el poniente!

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Auschwitz

Por el frío campo de Auschwitz

va el tren,

tocando el silbato de la muerte,

los ojos se asoman impávidos

a las ventanas,

el tiempo corre

sobre los rieles.

Una niña pregunta a su madre

mientras el humo a lo lejos

invade los campos

de negro presagio,

dónde nos llevan madre ?

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Droga

Siento que me destruyo en cada mirada del sol , una ráfaga de fuegos extinguidos marcaron mi nacimiento. Procuro andar a oscuras para no verte silencio endemoniado, canto vulgar y tétrico que naces en mis extrañas, todo es un gran torbellino , en cada aspirada un silencio de neuronas reprimidas y recuerdos fecundos que se hacen humo, es como si colgara de las paredes para ver el ojo crítico que vigile mis sueños.

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Ahí, donde

En la blanda cavidad de mi cuerpo
ardes.
En el espacio donde impera la noche
tiemblas.
En las sombras donde los dementes clemencia piden
te arrodillas.
En la profundidad del sueño roto
apareces.
En nombre del Maestro que llegó a salvarnos
imploras.

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Aire inerte

Reina de las profundidades de la tierra,
fiera devorando la vida,
brazo de río en medio de un océano enfermo soy.

No siento mi carne.
Nada sostiene mi esqueleto.
Mi lengua está agrietada y ciega.
Mis abismos en silencio te reclaman.

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Desconsuelo

Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.

Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.

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Dime amor

¿Qué harás?

Si sobrevivo sin ti a la furia de la noche,
entre balas este campo minado de recuerdos,
si descubro un aljibe de amor en el desierto
y a solas bebo en la noria de las ansias.

¿Qué pasará amor?

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En el desnudo mar

Duermo en la ondulación de tu cuerpo.
Besándote despierto y besándote duermo.
Sueño con el mar desnudo de tu piel.
Desnuda duermo para tenerte en mí desnudo.

Te visto con el calor de mis labios
y mi tibia boca te desviste.

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Evidencia

Mi piel nunca será cercada frontera
ni apacible galaxia
ni éxodo de golondrinas…
Será flama que asciende,
desciende
y asfixie tu piel en llamaradas.
Nuestras danzantes lenguas rojas
cuerpo abajo rodarán
hasta sucumbir
a voraces caricias.

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Imagen cotidiana

Este desánimo eterno y pegajoso,
esta intransigente búsqueda perfecta de ti.

Ya no hay lunes malhumorados
ni eufóricos viernes
ni domingos depresivos.
Ni siquiera soy simétrica como los miércoles
ni me parezco al aburrido jueves.
Debería inventar otros nombres a los días,
restarle semanas a los meses,
abolir las tardes de lectura,
los arrumacos en los parques
de parejas clandestinas,
nuestra imagen cotidiana,
Tal vez regresaría el ánimo de continuar aquí.

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La casa

Llegó el momento de partir
el hogar en dos.
Bien:
comencemos por los rincones donde las arañas
tejieron también su historia.
Hablemos de los muros y sus cuadros.
¿Cuál eliges?
¿El del día de la boda,
el retrato de la niña
o el de vacaciones en verano?

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Sombrío reflejo

Me lastiman tus ojos que destrozan
con impaciencia mis contornos.
Tus manos que pordioseras sobre mi cuerpo se tienden.
Tu sexo
que falto de esplendor,
prefiere huir temprano de la fiesta.

Qué lástima saber que ningún poema recuerda ya
en mis adentros tus espasmos.

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A CRISTO EN LA CRUZ

¿Quién es aquel Caballero
herido por tantas partes,
que está de expirar tan cerca,
y no le socorre nadie?

«Jesús Nazareno» dice
aquel rétulo notable.
¡Ay Dios, que tan dulce nombre
no promete muerte infame!

Después del nombre y la patria,
Rey dice más adelante,
pues si es rey, ¿cuándo de espinas
han usado coronarse?

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A DON LUIS DE GÓNGORA

Claro cisne del Betis que, sonoro
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,

a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.

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A LA MUERTE DE CARLOS FÉLIX

[Fragmento]

Éste de mis entrañas dulce fruto,
con vuestra bendición, oh Rey eterno,
ofrezco humildemente a vuestras aras;
que si es de todos el mejor tributo
un puro corazón humilde y tierno,
y el más precioso de las prendas caras,
no las aromas raras
entre olores fenicios
y licores sabeos,
os rinden mis deseos,
por menos olorosos sacrificios,
sino mi corazón, que Carlos era,
que en el que me quedó menos os diera.

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A LA NOCHE

137

Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

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A LA NUEVA LENGUA

-Boscán, tarde llegamos -¿Hay posada?
-Llamad desde la posta, Garcilaso.
-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.
-No hay donde nocturnar palestra armada.

-No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,
que obstenta limbos el mentido ocaso
y el sol depinge la porción rosada.

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A LA SANTÍSIMA MADALENA

LXVIII

Buscaba Madalena pecadora
un hombre, y Dios halló sus pies, y en ellos
perdón, que más la fe que los cabellos
ata sus pies, sus ojos enamora.

De su muerte a su vida se mejora,
efecto en Cristo de sus ojos bellos,
sigue su luz, y al occidente dellos
canta en los cielos y en peñascos llora.

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AL PONERLE EN LA CRUZ

En tanto que el hoyo cavan
a donde la cruz asienten,
en que el Cordero levanten
figurado por la sierpe,

aquella ropa inconsútil
que de Nazareth ausente
labró la hermosa María
después de su parto alegre,

de sus delicadas carnes
quitan con manos aleves
los camareros que tuvo
Cristo al tiempo de su muerte.

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