La muerte

Aquel juglar burlesco
que, a son de cascabeles, me mostraba
el amargo retablo de la vida,
hoy cambió su botarga
por un traje de luto y me pregona
el sueño alegre de una alegre farsa.
Dije al juglar burlesco:
queda con Dios y tu retablo guarda.

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Nocturno

A Juan Ramón Jiménez

berce sur l’azur qu’ un vent douce effleure
l’arbre qui frissonne et l’oiseau qui pleure.
Verlaine

Sobre el campo de abril la noche ardía
de gema en gema en el azul… El viento
un doble acorde en su laúd tañía
de tierra en flor y sideral lamento.

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Voy caminando solo

Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños…

No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?

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Melancolía

Tarde tranquila, casi
con placidez de alma,
para ser joven, para haberlo sido
cuando Dios quiso, para
tener algunas alegrías…lejos,
y poder dulcemente recordarlas.

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.

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¿Mi amor?

¿Mi amor?…¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?…

¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?…

¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada?…

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¿Mi corazón se ha dormido?

¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacíos
girando, de sombra llenos?

No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
ni duerme, ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.

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Never more

¡Amarga primavera!
¡Amarga luz a mi rincón oscuro!
Tras la cortina de mi alcoba, espera
la clara tarde bajo el cielo puro.
En el silencio turbio de mi espejo
miro, en la risa de mi ajuar ya viejo,
la grotesca ilusión.

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Otoño

El cárdeno otoño
no tiene leyendas
para mí. Los salmos
de las frondas muertas,
jamás he escuchado,
que el viento se lleva.
Yo no sé los salmos
de las hojas secas,
sino el sueño verde
de la amarga tierra.

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Rosa de fuego

Tejidos sois de primavera, amantes,
de tierra y agua y viento y sol tejidos.
La sierra en vuestros pechos jadeantes,
en los ojos los campos florecidos,

pasead vuestra mutua primavera,
y aun bebed sin temor la dulce leche
que os brinda hoy la lúbrica pantera,
antes que, torva, en el camino aceche.

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Siempre fugitiva y siempre

Siempre fugitiva y siempre
cerca de mí, en negro manto
mal cubierto el desdeñoso
gesto de tu rostro pálido.

No sé adónde vas, ni dónde
tu virgen belleza tálamo
busca en la noche. No sé
qué sueños cierran tus párpados,
ni de quién haya entreabierto
tu lecho inhospitalario.

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Y no es verdad, dolor, yo te conozco

Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.

Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta

se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena.

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Yo escucho los cantos

Yo escucho los cantos
de viejas cadencias,
que los niños cantan
cuando en corro juegan,
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas,
que no son alegres;
con lágrimas viejas,
que no son amargas,
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.

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Oh, engaño de los hombres, vida breve

¡Oh, engaño de los hombres, vida breve,
loca ambición al aire vago asida!,
pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve.

¡Oh, flor al hielo!, ¡oh, rama al viento leve
lejos del tronco!, si en llamarte vida
tú misma estás diciendo que eres ida,
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?

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¡Oh, qué secreto, damas, oh, galanes

¡Oh, qué secreto, damas, oh, galanes,
qué secreto de amor! ¡Oh! ¡Qué secreto!
¡Qué ilustre idea! ¡Qué sutil conceto!
Por Dios que es hoja de me fecit Ioannes!

Hoy cesan los melindres y ademanes,
todo interés, todo celoso efeto;
de hoy más Amor será firme y perfeto,
sin ver jardines, ni escalar desvanes.

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El firme amor

Miré, señora, la ideal belleza,
guiándome el amor por vagarosas
sendas de nueve cielos,
y absorto en su grandeza,
las ejemplares formas de las cosas
bajé a mirar en los humanos velos,
y en la vuestra sensible
contemplé la divina inteligible.

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Picó atrevido

Picó atrevido un átomo viviente
los blancos pechos de Leonor hermosa,
granate en perlas, arador en rosa
breve lunar del invisible diente;

ella dos puntas de marfil luciente
con súbita inquietud bañó quejosa,
y torciendo su vida bulliciosa,
en un castigo dos venganzas siente.

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Primera parte

Nadie contó la inmensa muchedumbre
de espíritus que, en torno de su lumbre,
cantan sus alabanzas inmortales.
Sus infinitos rostros reproducen
la faz tremenda y la visible espalda.
Yehuda Halevy
(Los ángeles del Cielo del Altísimo)

1.

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Segunda parte

Preguntáronle al amigo qué cosa era
bienaventuranza, y respondió: malandanza
sostenida por amor».
Raimundo Lulio.
(Del amigo y del amado)

1. Se abre la suelta flor de mi alegría,
se abre con su aventura;
es la más fina posesión del día,
su encendida locura;
se abre… porque de nieblas del invierno
y sellado letargo
llega el amor -el jubiloso eterno-
con este deslumbrante beso largo…

Maduro está el rosal en sus ardores,
madura la corona de la espiga,
beben un aire azul los labradores
y descansa la hormiga;
escogidas distancias
celebran golondrinas forasteras,
y cálidas fragancias
dan a mi pecho todas las praderas.

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Canción redonda

A don Joaquín García Monge

Voy a cantar la inmensa belleza de la vida
en un verso sencillo:
el color de la nube, la fragancia del gajo,
y el milagro del trigo.

Quiero robar al Sol su clave luminosa
y su escala de brillos;
y con el alba nueva despertar en el mundo
los ojos y los trinos.

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Canción de medianoche

Esta noche de octubre es de luna redonda.
Estoy sola, llorosa, pegada a tu recuerdo.
Han escrito tu nombre las estrellas errantes
y he cogido tu voz con la red de los vientos.

Flota un olor agreste con resabios marinos,
las sombras se amontonan en rincones de miedo,
algo secreto emerge de las cosas dormidas
y las horas se alargan en la curva del tiempo.

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Canción del recuerdo intacto

Sólo tú, verdadero, ningún dolor me diste.
Tu regalo perfecto no cabía en mis manos:
era el ramo fragante, el vino de alegría
y la espiga madura para el pan cotidiano.

Sólo tú adivinaste el motivo secreto
que doblaba mi vida en curva de fracaso;
sólo tú me dijiste la palabra de aliento
que me mantiene recta a través de los años.

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Árbol de sangre

Esta herida me duele con dolor deleitoso.
Abierta como un surco, en su fondo germina
semilla amarga y dulce que ha de erguirse, callada,
en el tronco de fuerza y en la rama florida.

Árbol gigante y bello que juega con las nubes:
su cabellera densa, peinada por la brisa,
esconderá el arrullo de la paloma viuda
y el primor delicado de la frágil orquídea.

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Romance de la noche más bella

Nos fuimos -noche de Octubre-
por la larga carretera.
Ya no llovía. La luna
era una luna canela.
Cara plácida y redonda.
Cara de madrina buena.
Sonrisa de plata y ámbar.
Maravillosa hilandera.

Su madeja de fulgor
se enredaba entre la yerba;
prendía en los matorrales
finas hilachas de seda;
se ovillaba en los rincones;
se destrenzaba en las cercas;
y tejía encajes anchos
que colgaban de las tejas.

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Envío

Sobre tu blanca huella mi camino;
mi siempre andar sobre tu luz en fuga.
Con ecos, con taludes, con mareas,
y este nombre del alma en mi aventura.

Aquí… para llegar hasta tu reino,
escuchando la voz que no se escucha;
cayendo en estas noches de mi paso
y amaneciendo clara por tu ayuda.

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Estrella

Estrella… más que vista, presentida.
-¿Dardo de luz o brasa que levanto?-
Alta en el cielo y en razón de llanto
tras la retina por milagro hundida.

En el sueño y la sangre derretida.
Doliendo allí, perdida con espanto.

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Así como no podemos

Así como no podemos
sostener mucho tiempo una mirada,
tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría,
la espiral del amor,
la gratuidad del pensamiento,
la tierra en suspensión del cántico.

No podemos ni siquiera sostener mucho tiempo
las proporciones del silencio
cuando algo lo visita.

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El centro del amor

El centro del amor
no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes.

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