no es para quedarnos en casa que hacemos una casa
no es para quedarnos en el amor que amamos
y no morimos para morir
tenemos sed y
paciencias de animal
Escribo en el olvido
en cada fuego de la noche
cada rostro de ti.
Hay una piedra entonces
donde te acuesto mía,
ninguno la conoce,
he fundado pueblos en tu dulzura,
he sufrido esas cosas,
eres fuera de mí,
me perteneces extranjera.
En el decenio que siguió a la crisis
se notó la declinación del coeficiente de ternura
en todos los países considerados
o sea
tu país
mí país
los países que crecían entre tu alma y mi alma
de repente duraban un instante y antes de irse
o desaparecer dejaban caer sábanas
llenas de nuestros sexos
que salían volando alrededor como perdices.
abrí la puerta/amor mío
levantá/abrí la puerta
tengo el alma pegada al paladar
temblando de terror
el jabalí del monte me pisoteó
el asno salvaje me persiguió
en esta media noche del exilio
soy yo mismo una bestia
El arco o puente que va
de tu mano a la mía cuando
no se tocan, abre
una flor intermedia.
¿Qué toca, qué retoca, qué trastoca
ese vacío de las manos
solas en su fatiga?
Nace una flor, sí,
se agosta en mayo como una
equivocación de la lengua
que se equivoca , sí.
la secreta dulzura del dolor
es transparencia/sale
de la furiosa resignación del sueño/
suena en la boca del perdido
en su origen/en su
rumor de existencia que
le clava la cabeza al gran espanto/
al doble andar/al doble hilo/a la
no verdad del estar como no estar/
el vuelo torpe que los cría/
lo que rompe la luz/memoria
confusa por sus números/
pecho que dura como huella/
la nada que te ama/
La sangre corcovea
en todos los rincones, en
el alma superior, en su orgullo,
en los perros con olor a furia.
El ser amado convierte
la humillación en asombro y vengo aquí
para decir que te amo. El domingo
del payaso prueba la desolación.
Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo
como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.
decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito debía tener unas 12397
mujeres en su mujer era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres ejemplo:
yacíamos en un lecho de amor
ella era un alba de algas fosforescentes
cuando la fui a abrazar se convirtió en singapur llena de perros que aullaban
recuerdo cuando se apareció envuelta en rosas de agadir
parecía una constelación en la tierra
parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra
esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha
como el sol que se ponía en su voz
en las rosas estaban escritos todos los nombres de esa mujer menos uno
y cuando se dio vuelta
su nuca era el plan económico
tenía miles de cifras y la balanza de muertes favorables a la dictadura militar
nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer
yo estaba ligeramente desconcertado
una noche le golpié el hombro para ver con quién era y vi en sus
ojos desiertos un camello
a veces
esa mujer era la banda municipal de mi pueblo
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba a desafinar
y los demás desafinaban con él
esa mujer tenía la memoria desafinada
usté podía amarla hasta el delirio
hacerle crecer días del sexo tembloroso
hacerla volar como pajarito de sábana
al día siguiente se despertaba hablando de malevich
la memoria le andaba como un reloj con rabia
a las tres de la tarde se acordaba del mulo que le pateó la infancia una noche del ser
ellaba mucho esa mujer y
la devoraron todos los fantasmas que pudo alimentar con sus miles de mujeres
y era una banda municipal desafinada
yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo
yo compañeros una noche como ésta que nos empapan los rostros que a lo mejor morimos
monté en el camellito que esperaba en sus ojos y me fui de las costas tibias de esa mujer
callado como un niño bajo los gordos buitres que me comen de todo menos el pensamiento de cuando ella se unía como un ramo de dulzura y lo tiraba en la tarde
te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
noches y días con vos.
me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
te mostraré mi rabioso corazón.
te pisaré loco de furia.
te mataré los pedacitos.
te mataré uno con paco.
no echés a la tristeza del fogón/
siéntese aquí a mi lado/vieja/
usted nunca me va a dejar/
perdonemé si la olvidé
si anduve de rabia en rabia
saliendo de un muerto entrando
a otro muerto o mundo roto/
si así viaje todos estos años/
arrímese/tristeza/
que me hace tanta furia
y tanto puerto muerto y
necesito viajar/viajar
a ella
a la derrota o ley severa mi
alma sabió perder respeto/te amo/
cruza mi alma la agua fría donde
flotan los rostros de los compañeros
como envolvidos de tu piel la suave
o lámpara subida delicada
para que duerman delicadamente
subidamente en vos/llama que nombra
a cada sombra por su nido/dicha
o soledad de fuego para amor
donde descansen bellos mis muertitos
que siempre amaron rostros como vos
donde tu rostro avanza como vos
contra la pena de haber sido/ser
de lo posible a lo probable/del
sueño a la realidad hay como
mares/playas nocturnas donde
animales de pico descarnan
formas mojadas por los jugos
del corazón/así/viajamos
del pecho al seco sol que dora
la maravilla/o existir
cuando pasabas con tu otoño a cuestas
mayo por mi ventana
y hacías señales con la luz
de las hojas finales
¿qué me querías decir mayo?
¿porqué eras triste o dulce en tu tristeza?
nunca lo supe pero siempre
había un hombre solo entre los oros de la calle
pero yo era ese niño
detrás de la ventana
cuando pasabas mayo
como abrigándome los ojos
y el hombre sería yo
ahora que recuerdo
Yo no sabía que
no tenerte podía ser dulce como
nombrarte para que vengas aunque
no vengas y no haya sino
tu ausencia tan
dura como el golpe que
me di en la cara pensando en vos
Ya que navegas por mi sangre
y conoces mis límites,
y me despiertas en la mitad del día
para acostarme en tu recuerdo
y eres furia de mi paciencia para mí,
dime qué diablos hago,
por qué te necesito,
quien eres, muda, sola, recorriéndome,
razón de mi pasión,
por qué quiero llenarte solamente de mí,
y abarcarte, acabarte,
mezclarme en tus cabellos
y eres única patria
contra las bestias del olvido.
Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.
Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.
El poema nada en un viento y brilla.
No sabe quien es hasta
que lo arrastran aquí, donde
seguramente morirá
a la intemperie de las bestias.
Me gustaría entender a las bestias
para entender mi bestia. La
realidad hace gemir con jadeos de animal.
basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar
si dulcemente por tu cabeza pasaban las olas
del que se tiró al mar/ ¿qué pasa con los hermanitos
que entierraron?/¿hojitas les crecen de los dedos?/¿arbolitos/
[otoños
que los deshojan como mudos?/en silencio
los hermanitos hablan de la vez
que estuvieron a dostres dedos de la muerte/sonríen
recordando/aquel alivio sienten todavía
como si no hubieran morido/como si
paco brillara y rodolfo mirase
toda la olvidadera que solía arrastrar
colgándole del hombro/o haroldo hurgando su amargura
[(siempre)
sacase el as de espadas/puso su boca contra el viento/
aspiró vida/vidas/con sus ojos miró la terrible/
pero ahora están hablando de cuando
operaron con suerte/nadie mató/nadie fue muerto/el enemigo
fue burlado y un poco de la humillación general
se rescató/con corajes/con sueños/tendidos
en todo eso los compañeros/mudos/
deshuesándose en la noche de enero/
quietos por fin/solísimos/ sin besos
Te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
Noches y días con vos.
Me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
Te mostraré mi rabioso corazón.
Te pisaré loco de furia.
Te mataré los pedacitos.
Te mataré una con Paco.
Aquel mes de febrero tiritaba en su albura
de la escarcha y la nieve; azotaba la lluvia
con sus rachas el ángulo de los negros tejados;
tú decías: ¡Dios mío! ¿Cuándo voy a poder
encontrar en los bosques las violetas que quiero?
Sí, es más bella la obra trabajada
con formas más rebeldes, como el verso,
o el ónice o el mármol o el esmalte.
¡Huyamos de postizas sujeciones!
Pero acuérdate, oh Musa, de calzar,
un estrecho coturno que te apriete.
El hipopótamo de vientre enorme
suele vivir en selvas como Java,
y allí en el fondo de las cuevas hay
monstruos que no se pueden ni soñar.
La boa que se agita entre silbidos,
el tigre que tan bien sabe rugir,
el búfalo enfadado que resopla;
él sólo duerme o pace siempre en calma.
Adoro la túnica rosa
en que va tu hermosura envuelta;
es el tibor de tu garganta;
es de tu cuerpo ánfora esbelta.
Frágil como una rosa thé,
leve como un ala de abeja,
toda te ciñe y te circunda
con rauda caricia bermeja.
Bajo los árboles hay
una choza corcovada;
con el tejado vencido,
rotas paredes y musgo
en el umbral de la puerta.
Ciega está por sus postigos
la ventana, pero igual
que cuando hace mucho frío
se ve como un tibio aliento
de la casa que respira.
En el collado aquel de los sepulcros
una palmera y su penacho verde
se yerguen donde acuden las palomas
a anidar por la noche y guarecerse.
Con el alba desertan de las ramas:
como un collar que se desgrana, vemos
-blancas, dispersas, en el aire azul-
que algún tejado buscan aún más lejos.
Es rosada la tierra en el abril,
como la juventud, como el amor;
y casi no se atreve, siendo virgen,
a enamorarse de la Primavera.
En junio, con un pálido semblante
y el corazón turbado de deseos,
con el Verano de tostada piel
se apresura a ocultarse en los trigales.
Aquí y allá se ven las secas hojas
sobre campos de hierba amarillenta;
desde el alba a la noche el viento es fresco,
éste es el fin del tiempo de verano.
Veo abrirse las flores que conserva
el jardín como un último tesoro:
quiere lucir la dalia su divisa,
la maravilla su dorada toca.
No se mueve ni una hoja,
no hay ni un pájaro que cante,
sobre el rojizo horizonte
de vez en cuando un relámpago;
a un lado algunos espinos,
surcos a medio anegar,
lienzos grises de murallas,
sauces nudosos plegados;
al otro un campo limita
una zanja llena de agua,
y hay una vieja cargada
con un fardo muy pesado;
luego el camino se pierde
entre colinas azules,
y lo mismo que una cinta
se alarga en pliegues sinuosos.